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Nunca olvidar¨¦ aquella noche de 2006 en la que volv¨ª a mi localidad natal, Dois Riachos (con una poblaci¨®n de 11.000?habitantes), situada en el noreste del Brasil, despu¨¦s de haber ganado por primera vez el premio a la mejor jugadora de f¨²tbol del mundo. Cuando llegu¨¦, era casi media noche y todo el mundo estaba en la calle. Me mont¨¦ en un cami¨®n de bomberos mientras la gente me saludaba y me vitoreaba por las calles. No me pod¨ªa creer que esta fuese la misma gente que, solo unos a?os antes, me insultaba, me apartaba de los campeonatos de ni?os y le dec¨ªa a mi madre que me deber¨ªa prohibir que jugase a un deporte de hombres. Esa noche me di cuenta del poder que tienen las mujeres y las ni?as en el mundo del deporte para cambiar el mundo.

Hasta ese momento, mi ¨²nico objetivo era jugar al f¨²tbol, no entraba en mis planes convertirme en una activista o un ejemplo a seguir, como soy ahora. No era consciente de que mi propia experiencia a la hora de luchar y de superar un sinf¨ªn de barreras relacionadas con el g¨¦nero en mi forma de actuar estaba revolucionando y remodelando las normas de g¨¦nero para los que me rodeaban. Cuando era peque?a, era una guerrera solitaria que termin¨® demostrando que las ni?as pod¨ªan jugar igual de bien o incluso mejor que los ni?os. Le ense?¨¦ a mi comunidad que las ni?as tambi¨¦n pod¨ªan desafiar el ¡°sentido com¨²n¡± con respecto a la feminidad y ser fuertes, r¨¢pidas y tenaces. Cuando a los 14 a?os dej¨¦ mi aldea para jugar al f¨²tbol como profesional en R¨ªo de Janeiro, estaba transmitiendo el mensaje de que las mujeres y las ni?as son valientes, independientes y capaces de mantenerse a s¨ª mismas.

Aunque, en ocasiones, resulta frustrante la lentitud con la que se producen los cambios, las sociedades han evolucionado en su forma de ver a las mujeres y las ni?as. Ahora, cuando vuelvo al Brasil a visitar a mi familia, resulta incre¨ªble ver cu¨¢ntas ni?as juegan en las calles, se asocian a los clubes de f¨²tbol y sue?an con convertirse en jugadoras profesionales. Las mujeres y las ni?as en el mundo del deporte han realizado importantes aportaciones para conseguir los cambios que podemos ver tanto dentro como fuera del campo. Cuando jugamos, desafiamos los estereotipos de g¨¦nero y logramos que la gente se cuestione esa idea falsa de que algunas actividades son solo para los hombres. Ejercemos nuestro derecho a ocupar el espacio p¨²blico, un lugar que, lamentablemente, se sigue considerando dominio de los hombres con demasiada frecuencia. Y puesto que fomentamos la confianza y la resiliencia a trav¨¦s del deporte, tenemos mayores oportunidades de acabar con el ciclo de la violencia de g¨¦nero y de ayudar a que otras mujeres y ni?as hagan lo mismo.

Cuando las deportistas tienen la oportunidad de situarse en el foco de atenci¨®n, los resultados son inmensos. Y, por ese motivo, la Copa Mundial Femenina de 2019 supuso una aut¨¦ntica revoluci¨®n. En todo el mundo, la audiencia del torneo super¨® los 1.000?millones de espectadores. Estoy orgullosa de poder decir que 35 millones de personas vieron el partido que el Brasil disput¨® contra Francia, la mayor audiencia en un partido de f¨²tbol femenino de toda la historia. Resultaba hermoso ver a tantas mujeres y ni?as entre el p¨²blico, as¨ª como a los hombres y los ni?os disfrutando del partido. Las jugadoras de f¨²tbol, las entrenadoras, las ¨¢rbitras y las periodistas desafiaron los estereotipos de g¨¦nero en la cobertura informativa, mostraron su respeto hacia la diversidad sexual y, evidentemente, lucharon por la igualdad salarial. Todas estas cuestiones se plantearon en frente de una audiencia enorme y, en consecuencia, adquirieron impulso dentro de la agenda global. Estas no solo se han transformado en acciones en el mundo del deporte, sino tambi¨¦n entre una nueva generaci¨®n que reclama sus derechos.

Me conmovi¨® profundamente descubrir que las ni?as que participan en la iniciativa Una victoria lleva a otra (OWLA), un programa deportivo conjunto entre ONU-Mujeres y el Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional (COI) para ni?as, estaban encontrando una gran aceptaci¨®n y apoyo por parte de sus familias y comunidades para seguir practicando deporte despu¨¦s de la Copa Mundial Femenina. Recientemente, tuve la oportunidad de conocer a algunas de esas ni?as en R¨ªo de Janeiro, y pude escuchar con total humildad c¨®mo me contaban que tanto mis compa?eras futbolistas como yo les hab¨ªamos servido de inspiraci¨®n. Kathely Rosa, una portera de 19?a?os, me cont¨® que ve muchas similitudes entre su historia y la m¨ªa. Al contemplar todas las batallas que yo logr¨¦ vencer, cree que ella tambi¨¦n podr¨¢ vencer en las suyas. Al igual que yo, muchas otras deportistas han inspirado a las mujeres y las ni?as a creer en s¨ª mismas y a expandir la percepci¨®n colectiva sobre lo que las ni?as y las mujeres son capaces de hacer.

Lo que me resulta fascinante es que esta cadena de inspiraci¨®n no para de crecer. Por ejemplo, Kathely quiere ser entrenadora profesional y entrenar a un equipo femenino de f¨²tbol en su comunidad. Actualmente, est¨¢ estudiando educaci¨®n f¨ªsica y es tal su determinaci¨®n para alcanzar su objetivo que no me cabe la menor duda de que lo conseguir¨¢. Cuando lo consiga, le tocar¨¢ a ella servir de inspiraci¨®n a otras ni?as transmiti¨¦ndoles los valores esenciales del deporte, tales como la disciplina, el respeto, la deportividad, el trabajo en equipo, la diversidad y la autosuficiencia, unos valores que se pueden extrapolar a muchos otros ¨¢mbitos de la vida.

Tambi¨¦n tenemos el ejemplo de Hingride, una jugadora de rugby que se gradu¨® en el programa OWLA el a?o pasado. Actualmente, trabaja como facilitadora para un nuevo grupo de ni?as que juegan al rugby en su comunidad, donde no solo se limita a ense?arles a marcar goles. Tambi¨¦n ense?a a las ni?as todo lo relacionado con las cuestiones de g¨¦nero, la autoestima y el liderazgo, los derechos en materia de salud sexual y reproductiva, la violencia de g¨¦nero y el empoderamiento econ¨®mico. A su vez, estas j¨®venes jugadoras de rugby compartir¨¢n sus conocimientos con sus amigos y su familia, lo que dar¨¢ lugar a un c¨ªrculo virtuoso de transformaci¨®n positiva. Tal y como demuestran las investigaciones, cuando la pr¨¢ctica deportiva se combina con espacios seguros tanto desde el punto de vista f¨ªsico como del emocional, se genera un efecto multiplicador en diferentes ¨¢reas de desarrollo, incluidas la salud, la educaci¨®n y la reducci¨®n de las desigualdades. Hingride es una prueba viviente de ello.

Necesitamos aumentar la inversi¨®n en el acceso al deporte para las ni?as y aplicar unas reglas de juego equitativas para las deportistas profesionales. Los dividendos est¨¢n muy claros. Si queremos acelerar el ritmo de cambio para alcanzar la Generaci¨®n Igualdad, debemos conseguir que haya m¨¢s ni?as en el campo y poner el foco de atenci¨®n sobre los grandes logros de las deportistas. Porque es verdad que una victoria lleva a otra. Es evidente que las mujeres y las ni?as en el mundo del deporte desempe?an una funci¨®n muy importante a la hora de cambiar las reglas de juego en todo el mundo. Ha llegado la hora de la igualdad entre los g¨¦neros.