Discurso
Discurso del Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la Conferencia Mundial de Examen contra el Racismo
Pronunciado por el Excmo. Sr. Francisco Lacayo, Asesor Superior
Ginebra22 de abril de 2009
Excelencias,
Colegas de las Naciones Unidas,
Se?ores representantes de organizaciones de la sociedad civil,
Hermanas y hermanos todos,
Doy a todos ustedes la bienvenida a esta importante Conferencia de Examen de Durban y agradezco a la Excelent赤sima Se?ora Navanethem Pillay, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, por habernos reunido para que reafirmemos nuestro compromiso, como personas y como naciones, de poner fin a la corrosiva presencia del racismo y la discriminaci車n, problemas que siguen existiendo en pr芍cticamente todas nuestras sociedades. En un momento de crisis mundial generalizada, la lucha contra el racismo y la discriminaci車n de todo tipo reviste una urgencia renovada y exige un nuevo grado de solidaridad entre todas las naciones y todas las personas.
Las Naciones Unidas han defendido la igualdad de derechos de hombres y mujeres desde sus inicios hace m芍s de 60 a?os. Esas mismas palabras figuran en el Pre芍mbulo de nuestra Carta. Nuestra Declaraci車n Universal de Derechos Humanos comienza con el reconocimiento de ※los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana§, que constituyen la base de la libertad, la justicia y la paz en el mundo. Y aunque la capacidad de la Organizaci車n de luchar por la igualdad de todas las personas ha tenido altibajos a lo largo de los decenios, la obligaci車n de poner fin al mal del racismo sigue siendo una parte fundamental de nuestra labor.
Hace ocho a?os, las Naciones Unidas reunieron a gobiernos, a la sociedad civil mundial y a representantes de comunidades que desde hac赤a tiempo eran v赤ctimas de la discriminaci車n en la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminaci車n Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia celebrada en Durban (Sud芍frica). Un arco iris de personas venidas de todos los rincones del mundo se unieron para crear nuevas estrategias para combatir el racismo y la discriminaci車n, estrategias que se fundieron en lo que acab車 siendo la Declaraci車n de Durban.
La larga lucha contra el racismo es lenta y gradual. Sin embargo, se han obtenido victorias. Un pa赤s que durante decenios se consumi車 bajo el apartheid rechaza hoy su pasado racista y avanza pac赤ficamente hacia un futuro no racial y democr芍tico. Un pa赤s cuya riqueza y poder se basaban en parte en un legado de genocidio y esclavitud ha elegido a un presidente negro. Estos son triunfos obtenidos por los ciudadanos tras una ardua lucha y que celebramos teniendo muy presentes sus costos.
Sin embargo, nuestro mundo y nuestras sociedades siguen estando divididos, no s車lo por la raza, no s車lo por el nivel econ車mico y el legado de la esclavitud, sino por el nacionalismo y la xenofobia; y por la discriminaci車n contra religiones, grupos 谷tnicos y ling邦赤sticos y pueblos ind赤genas; as赤 como la discriminaci車n basada en el g谷nero, la orientaci車n sexual, la discapacidad, la apatridia, la condici車n de refugiado y la pertenencia a muchas otras categor赤as.
Nuestra labor sigue siendo urgente y a迆n no est芍 terminada.
La Conferencia Mundial contra el Racismo de 2001 afirm車 en la Declaraci車n de Durban lo siguiente: ※Reconocemos y lamentamos profundamente los masivos sufrimientos humanos y el tr芍gico padecimiento de millones de hombres, mujeres y ni?os causados por la esclavitud, la trata de esclavos, la trata transatl芍ntica de esclavos, el apartheid, el colonialismo y el genocidio, hacemos un llamamiento a los Estados interesados para que honren la memoria de las v赤ctimas de pasadas tragedias, y afirmamos que dondequiera y cuando quiera que hubieran ocurrido deben ser condenadas y ha de impedirse que ocurran de nuevo§.
El legado de la esclavitud y el sufrimiento que engendra siguen afectando a pa赤ses ricos y pobres, en Am谷rica del Norte, Am谷rica del Sur, ?frica, Europa y otros lugares del mundo. El reconocimiento por los gobiernos de ese sufrimiento e, impl赤citamente, de sus conexiones hist車ricas con la esclavitud, el colonialismo y el genocidio es un primer paso fundamental para curar esas heridas centenarias.
Sin embargo, no alcanza con el reconocimiento, como lo indica la Declaraci車n en su llamamiento a que los Estados condenen activamente y, lo que es m芍s importante, impidan que estos males ocurran de nuevo. La Declaraci車n se?ala que ※algunos Estados han tomado la iniciativa de pedir perd車n y han pagado una indemnizaci車n, en los casos procedentes, por las graves y masivas violaciones perpetradas§.
Ocho a?os despu谷s de ese llamamiento, es hora de que otros Estados atados a esos duraderos legados de la esclavitud tambi谷n consideren la posibilidad de pagar indemnizaciones.
Por supuesto, el racismo no afecta s車lo a aquellas personas cuyos antepasados fueron sometidos a la esclavitud. Vemos la discriminaci車n racial y de otro tipo y la intolerancia en la situaci車n de los dalits, otrora conocidos como "intocables", en la India. Las vemos en la situaci車n del pueblo roman赤 en varios pa赤ses europeos. Es un problema que se vive en demasiados Estados Miembros, y debemos reafirmar nuestra adhesi車n a la Carta y a la Declaraci車n Universal de Derechos Humanos y procurar que esta discriminaci車n sea abolida en todo el mundo.
Debemos ser conscientes del insidioso racismo que infecta las pol赤ticas de migraci車n de tantos pa赤ses, en particular los del Norte industrializado. Estos pa赤ses reciben a refugiados pobres, a menudo ap芍tridas, muchas veces ind赤genas y casi siempre m芍s oscuros de piel, que buscan asilo, trabajo, sustento, atenci車n m谷dica, seguridad y quiz芍s incluso sobrevivir. No hay duda de que estos inmigrantes contribuyen enormemente a la prosperidad y diversidad de estos pa赤ses y que sus derechos deben ser protegidos junto con los de otros ciudadanos. ?Con cu芍nta frecuencia se utiliza el pretexto de ※proteger las fronteras§ para disimular los esfuerzos por dejar fuera a los pobres, los ap芍tridas, la gente de color? Nuestra respuesta al llamamiento de Durban nos exige que desafiemos esas pol赤ticas.
Tambi谷n debemos reconocer la discriminaci車n que han sufrido a lo largo de la historia los pueblos ind赤genas de nuestros pa赤ses. Hoy somos m芍s conscientes de la urgente necesidad de proteger las tierras y ecosistemas de nuestro planeta. Sin embargo, nosotros, especialmente nuestros gobiernos, a迆n no hemos asumido debidamente la necesidad fundamental de defender los derechos de los pueblos ind赤genas que habitan esas tierras amenazadas o fueron despose赤dos de ellas.
Aunque nuestro mundo ha comenzado a reconocer las inestimables contribuciones que los pueblos ind赤genas han hecho al desarrollo pol赤tico, econ車mico, social, cultural y espiritual de nuestras sociedades, debemos, al mismo tiempo, reconocer los problemas a que se enfrentan estos pueblos, incluidos el racismo y la discriminaci車n racial. Esta es una forma de discriminaci車n que existe en todo el mundo, desde las amenazadas selvas tropicales en el Sur hasta las ciudades construidas sobre tierras robadas y ocupadas en los pa赤ses m芍s ricos de Am谷rica del Norte, Europa, Australia y partes de Asia.
En la Declaraci車n de Durban se relacion車 el racismo y la discriminaci車n con el apartheid y el colonialismo; de hecho, se record車 concretamente la Declaraci車n de las Naciones Unidas sobre la concesi車n de la independencia a los pa赤ses y pueblos coloniales de 1960, cuyos signatarios afirmaron lo siguiente: ※Reconocemos el derecho inalienable del pueblo palestino a la libre determinaci車n y al establecimiento de un Estado independiente, reconocemos el derecho a la seguridad de todos los Estados de la regi車n, incluido Israel, y hacemos un llamamiento a todos los Estados para que apoyen el proceso de paz y lo lleven a una pronta conclusi車n§. La urgencia de la realizaci車n de esos derechos inalienables no puede exagerarse.
Hoy, la guerra mundial contra el terror, o como sea que la llamemos, est芍 imponiendo una forma horrenda de apartheid humano en las relaciones mundiales, especialmente al determinar qui谷n hace el sacrificio supremo.
Los atentados terroristas cometidos el 11 de septiembre de 2001 dejaron un saldo de casi 3.000 inocentes muertos. Representaron un enorme crimen de lesa humanidad. Pero las guerras iniciadas en respuesta a esos ataques han causado la muerte de m芍s de un mill車n de civiles inocentes. Estas v赤ctimas, con demasiada frecuencia an車nimas, en el Iraq, el Afganist芍n, el Pakist芍n y otros lugares, suelen ser pobres y de piel oscura. A menudo, son mujeres, y muchos son refugiados, ind赤genas, miembros de minor赤as o ap芍tridas. Representan todas las categor赤as de personas que son objeto de las pautas de discriminaci車n m芍s sistem芍ticas en todo el mundo.
Poner fin a esa discriminaci車n y, de hecho, a esas guerras, sigue siendo una obligaci車n urgente. Y hoy, aqu赤, al evaluar los progresos que hemos alcanzado y recordar nuestros errores en la aplicaci車n de la Declaraci車n de Durban, este sigue siendo nuestro desaf赤o.
La Conferencia Mundial contra el Racismo de 2001 represent車 un importante compromiso de las Naciones Unidas por articular los derechos de las personas de todo el mundo que segu赤an siendo v赤ctimas del racismo, la discriminaci車n racial, la xenofobia y formas conexas de intolerancia. Hoy, ocho a?os m芍s tarde, debemos comprometernos a reafirmar el compromiso de nuestras instituciones internacionales y nuestros Estados Miembros, en colaboraci車n con la sociedad civil mundial, de lograr, por medio de nuestras acciones y no s車lo de nuestras palabras, esos derechos que a迆n no se han realizado.
Reafirmando una vez m芍s nuestro compromiso de respetar los prop車sitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas y la Declaraci車n Universal de Derechos Humanos, recordemos que nuestra labor sigue siendo urgente. El reconocimiento de que todos somos hermanos y hermanas y de que compartimos la responsabilidad por nuestro bienestar y el de nuestra querida Madre Tierra nos acercar芍, individual y colectivamente, a este objetivo.
Gracias.