Existen acerca de 476 millones de indígenas en todo el mundo, que viven en 90 países distintos. Representan 5.000 culturas diferentes, y una increíble proporción de las casi 7.000 lenguas distintas que se hablan en el mundo.

La COVID-19 ha supuesto una grave amenaza para los pueblos indígenas de todo el mundo, que en muchos casos ya carecían de acceso a la atención sanitaria y otros servicios esenciales. A pesar de todo, los pueblos indígenas están buscando soluciones propias en sus propios?idiomas, usando conocimientos, prácticas y medidas preventivas alternativas para luchar contra esta pandemia.

En la nueva serie “Somos Indígenas”, la iniciativa Impacto Académico de las Naciones Unidas (UNAI, por sus siglas en inglés) habla con activistas y miembros de la comunidad académica indígena para explorar cómo la comunidad indígena global están contribuyendo a construir un futuro más saludable y sostenible para todos.

Para muchas personas indígenas, contar historias va más allá del ámbito de la fantasía, y constituye un vehículo para difundir información y para transferir conocimientos de una generación a otra.? A menudo los medios de información y comunicación convencionales solo cubren un aspecto de la historia indígena, centrándose en sus vulnerabilidades, tradiciones y estereotipos más negativos, incluido en el contexto de la COVID-19. Este sesgo inflige un da?o tremendo a las comunidades indígenas.

La Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas afirma que los pueblos indígenas tienen derecho a establecer sus propios medios de información en sus propios idiomas, así como a acceder a otros medios no indígenas sin discriminación. Con objeto de acabar con los prejuicios existente en los medios de comunicación convencionales contra los grupos indígenas, profesionales de los medios de información indígenas están trabajando para asegurar una representación adecuada de la diversidad cultural indígena en los medios, y que las historias indígenas se narren de forma digna, ética, y ateniéndose a los hechos.

Tarcila Rivera Zea es una activista quechua de Ayacucho, Perú,y fundadora de la ONG?Chirapaq. Es también un miembro del Foro Permanente de Naciones Unidas para las Cuestiones Indígenas. Rivera Zea se unió al movimiento por las mujeres indígenas en Latinoamérica en la década de los 80. Este movimiento, como ella misma describe, abogaba por la interseccionalidad entre el feminismo y los derechos indígenas, que hasta entonces no formaban parte del activismo más mayoritario. Su interés por contar historias indígenas a través del periodismo se despertó “mientras caminaba con otros que buscan la reafirmación de la expresión de las comunidades indígenas, especialmente en relación con sus derechos”.

Cuando trabajaba como secretaria especializada en bibliotecología en el Ministerio de Cultura del Perú mantuvo contactos con diversas editoriales y publicaciones, y pronto notó que “la apreciación por las formas de expresión artísticas y el conocimiento indígena, desgraciadamente, no se traslada a muchos sistemas formales y oficiales”. Esto le llevó a unirse como periodista a la revista Pueblo Indio, del Consejo Indio de Sudamérica (CISA), desde donde trató de abordar la falta de transmisión de conocimientos indígenas. Su trabajo incluyó la recopilación de testimonios de mujeres indígenas violadas durante conflictos armados, así como exponer la discriminación y maltratos que deben soportar las mujeres y ni?as indígenas. En 1986 Rivera Zea fundó Chirapaq (Centro de Culturas Indígenas del Perú) con objeto de apoyar la reafirmación cultural de los pueblos indígenas, con un enfoque sólido en los derechos humanos. Esta organización, líder en la lucha por los derechos de las mujeres indígenas, empodera mujeres y jóvenes indígenas para que se conviertan en líderes, e incrementa la visibilidad de los pueblos y las culturas indígenas del Perú. A lo largo de toda su trayectoria, forjando una conexión entre periodismo y activismo y abriendo camino a futuros profesionales de los medios indígenas, Rivera Zea siempre ha enfatizado que el periodismo localizado es un medio poderoso para lograr que los pueblos indígenas puedan hacer valer sus derechos y reclamen su propia historia.

Nikki Iyolo Sanchez es una realizadora, educadora decolonial, y estudiante de doctorado en la Universidad de Victoria, Canadá. Originaria de El Salvador, de madre europeo-canadiense y padre pipil-maya, desde su nacimiento durante la guerra civil salvadore?a su vida ha estado definida por el impacto del colonialismo, la globalización y la desigualdad sistémica. Durante su infancia Nikki y su madre fueron forzadas a abandonar el territorio de su padre para poder sobrevivir. Desde entonces ha trabajado en pos de una empatía y un entendimiento entre culturas más profundo. Como realizadora indígena, no solo crea contenidos sino que ayuda a establecer plataformas y redes que apoyen el desarrollo y la creación de capacidades entre narradores y cineastas negros, indígenas o personas de color (BIPOC, por sus siglas en inglés) que estén comenzando sus carreras.

Para Sanchez, los medios decoloniales son un vehículo para la educación, expresión y difusión de información sobre temas de gran importancia, como el entorno y los derechos indígenas. En una conversación acerca de las historias indígenas durante la COVID-19, Sanchez afirmó que siempre trata, de forma consciente, de “acudir directamente a las fuentes: las comunidades” a la hora de recabar información sobre la experiencia de los pueblos indígenas, dado que “los medios de comunicación mayoritarios tienen un sesgo inherente a su propia naturaleza cuando intentan transmitir las narrativas de otros pueblos”.

Por ejemplo, a través de sus redes sociales Sanchez puso el foco de atención en la terrible situación de la Nación Navajo durante la COVID-19, que aunaba inseguridad alimentaria, falta de acceso a servicios básicos como agua potable limpia, y condiciones de vivienda poco adecuadas. También informó en detalle acerca de aquellas comunidades que intentaron protegerse mediante el ejercicio de sus derechos soberanos, limitando el acceso a sus territorios en lo que describe como “un acto profundo y sin precedentes de autodeterminación de estas Naciones, que se comprometen a mantener a sus comunidades y ancianos a salvo al decir ‘absolutamente no’ a la entrada de personas que podrían traer patógenos a unas comunidades que carecen de los recursos necesarios para luchar contra ellos”.

Para los jóvenes indígenas que sue?an con crear sus propios canales de comunicación como narradores de historias, Sanchez defiende que las personas indígenas y BIPOC siempre deberían tener derecho a dictar sus propias narrativas: “la única persona que puede dictar tu identidad eres tú”. En lugar de ser percibidas como tradicionales y estáticas, “las comunidades indígenas tienen derecho a ser tan diversas, amplias y multidimensionales como quieran ser como seres humanos, y es hora de que los medios de comunicación comiencen a representarlas como tales”.

La joven investigadora y activista indígena Qivioq Nivi L?vstr?m estudia en el Departamento de Cultura e Historia Social de la Universidad de Groenlandia. En un eco del llamado de Sanchez a la autorepresentación de los indígenas, L?vstr?m compartió su mantra “Nada sobre nosotros sin nosotros”, afirmando que “somos los únicos que podemos hablar en nuestro nombre”. A la hora de abordar prejuicios y sesgos, L?vstr?m afirma que es importante establecer límites claros y escucharse a uno mismo, y que todo el mundo “tiene su propia cultura, que está en constante evolución, y navegamos entre ambos mundos”.

Todos los pueblos tienen el derecho a representarse a sí mismos a su manera. Cuando los contenidos hechos por indígenas para indígenas son vistos y escuchados, esto ayuda a ampliar las perspectivas sociales, a combatir la estigmatización y a promover un mejor entendimiento, lo cual se traduce en un mayor respeto y curiosidad. De acuerdo con Sanchez, “a largo plazo esto ayuda a crear un mundo más vibrante e interesante para todos”.

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