Ya no vivimos en un mundo en el que se ve a los ni?os, pero no se les escucha. Nos acercamos lentamente a un nuevo a?o y debemos reflexionar sobre qué podemos hacer para ofrecer un mejor apoyo a nuestros ni?os y a los hogares en los que viven. Además, hemos de analizar qué se puede hacer para ayudar a la familia en su conjunto. Como resultado de la actual pandemia de COVID-19 y de otros factores, parece como si la frustración de los progenitores se hubiera puesto a cocinar en un horno a 260??C y, después, dejado enfriar en un espacio con ni?os frenéticos que echan de menos el aire libre y sus juegos. En muchos hogares, esto ha sido cualquier cosa menos saludable. Surge la pregunta siguiente: ?cómo podemos mejorar la receta de la felicidad y el bienestar de los ni?os? ?Cómo podemos contribuir a estimular su desarrollo social?
Por desgracia, no existe una única respuesta, un modelo que resuelva todas las preguntas. En los diferentes países y sociedades existen preocupaciones distintas; aquello que puede funcionar en un país quizá no sea válido para todos. Un ingrediente estándar que debiera ser imprescindible son las consultas. Estas deberían considerarse como la sal de nuestra receta, puesto que muchas políticas y programas se crean con el ?sabor? incorrecto y no resultan excesivamente útiles.
Tras hablar con varios ni?os, he descubierto que no les preocupa tanto su propio bienestar como el cambio que han observado en sus progenitores durante la pandemia. Muchos ni?os decían que les veían beber más de lo habitual, que nunca tenían tiempo para jugar y que a menudo parecían perdidos, aturdidos, incluso lloraban, se enojaban por la menor molestia y dormían sin parar. No cabe duda de que muchos ni?os echan en falta la diversión de intercambiar sus almuerzos y de comer en el aula, correr en el recreo y todas las bellas experiencias asociadas al hecho de ir a la escuela y recuperar una rutina ?normal?. Sin embargo, todavía echan más de menos ver felices a sus progenitores y disfrutar con ellos de un tiempo de calidad. El teletrabajo ha transformado los hogares en edificios aburridos con paredes pintadas y progenitores frustrados que se han convertido en vigilantes, que ahora no solo tienen que ayudar a los ni?os con sus deberes escolares sino además explicarles las lecciones para complementar el aprendizaje a distancia. Además, muchos padres y madres han perdido sus empleos o a seres queridos y se ven obligados a soportar la carga adicional que impone la pandemia sobre sus mentes. Estos factores han tensionado la relación entre los progenitores y sus hijos y, en muchos casos, han causado división en las familias.
Esto me lleva al segundo ingrediente: la inversión en programas para progenitores y ni?os. Las organizaciones involucradas suelen crear programas aislados que consideran a los ni?os y sus necesidades de forma individual. Se ha avanzado en la elaboración de manuales de crianza, pero se necesita una mayor cantidad de programas centrados en los progenitores y los hijos que ayuden a reconstruir las relaciones perdidas. Ya antes de la pandemia había muchos factores que contribuían a abrir brechas entre los progenitores y sus hijos, pero en la actualidad, debido a que los miembros de la familia pasan un tiempo excesivo conviviendo en el hogar, la situación ha empeorado.
Dados todos los retos que ha creado la pandemia de COVID-19, debemos reconocer y centrarnos en la necesidad de fortalecer y reparar las relaciones familiares. Necesitamos desarrollar programas dirigidos a ayudar a los ni?os y sus progenitores a comprenderse mejor y a construir relaciones fructíferas y saludables.
A menudo nos centramos en exceso en programas que ayuden a los jóvenes a hacer frente a las dificultades de la vida, pero los ni?os pueden requerir ayuda externa para abordar sus problemas en sus hogares y sus relaciones familiares. Permita que esta idea madure en usted: el hogar es el primer espacio de educación y socialización de un ni?o, un lugar que puede ser beneficioso o perjudicial para su salud mental. Cuando un ni?o sale al mundo exterior, lo ideal es que sus progenitores le hayan puesto ya ejemplos de cómo amar, comunicarse y enfrentarse a los conflictos. Teniendo esto presente, la comunidad internacional debería tener la prioridad de promover relaciones y entornos familiares saludables, puesto que los beneficios de tales relaciones tienen un efecto en cascada positivo en la salud mental, la educación y el desarrollo social de los ni?os.
Los pasos que demos deberían perseguir el objetivo de apoyar a las unidades familiares. Celebremos consultas con progenitores y ni?os para determinar qué herramientas necesitan para restaurar sus relaciones y fortalecerlas. Creemos diálogos honestos y amables que nos permitan llegar al fondo de las cuestiones y arreglar las relaciones familiares tensionadas o rotas. Necesitamos hogares más fuertes. ?Nos lo piden nuestros hijos!
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