Reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos representa una triple ventaja: para el clima, para la seguridad alimentaria y para la sostenibilidad de nuestros sistemas alimentarios. Por tanto, debe ser un asunto prioritario en estos momentos de creciente inseguridad alimentaria, malnutrición y hambre en todo el mundo.
Para muchos de los que hoy habitamos el planeta, la disponibilidad de alimentos es algo que damos por sentado. Sin embargo, para los numerosos millones de personas que pasan hambre o sufren inseguridad alimentaria, los alimentos no están garantizados.
Vivimos tiempos convulsos. Dos a?os después de que comenzara la pandemia de COVID-19, el cambio climático y la guerra en Ucrania han generado perturbaciones en nuestros sistemas alimentarios mundiales y, como consecuencia, millones de personas se hallan en una situación de inseguridad alimentaria. Según el informe? de 2022, el número de personas que padecen hambre en todo el mundo se ha disparado hasta los 828 millones en 2021, lo que supone un incremento de alrededor de 46 millones desde 2020 y de 150 millones desde 2019.? En general, se estima que?.
Por otro lado,?, siguen perdiéndose una vez cosechados y antes de llegar a los comercios. Asimismo, otro?— acaba en los cubos de basura, tanto de los comercios como de los consumidores. De hecho, buena parte de este desperdicio de alimentos tiene lugar en los hogares.
La pérdida y el desperdicio de alimentos ejerce una presión innecesaria sobre el medio ambiente y los recursos naturales empleados para producirlos. Básicamente, esto supone el desperdicio de recursos de la tierra e hídricos, la generación de contaminación y la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) de manera inútil.
La pérdida y el desperdicio de alimentos contribuyen al cambio climático
En todas las fases del sistema de abastecimiento alimentario se generan gases de efecto invernadero —desde la producción hasta la manipulación, el transporte, el almacenamiento y la distribución—, independientemente de dónde se consuman, descarten o desechen los alimentos producidos. El procesado y empaquetado de alimentos, junto con el transporte y el desperdicio, convierten a la cadena de abastecimiento alimentario en el principal emisor de GEI a escala mundial. Por ejemplo, la expedición de frutas y verduras duplica con creces las emisiones relacionadas con su producción debido a la necesidad de transportar grandes volúmenes de mercancías en entornos con temperatura controlada.
En 2019, los procesos posteriores a la producción emitían grandes cantidades de metano —— un potente GEI que se genera principalmente a partir de la descomposición de desperdicios de alimentos sólidos en vertederos controlados y basureros abiertos.
, contribuyendo así a la inestabilidad climática y a fenómenos meteorológicos extremos, como las sequías y las inundaciones. Estos cambios afectan negativamente a las cosechas, provocan perturbaciones en las cadenas de abastecimiento y amenazan la seguridad alimentaria y la nutrición de las personas.
Los desastres climáticos contribuyen a la pérdida y el desperdicio de alimentos
En los segmentos iniciales del sistema de abastecimiento alimentario, que es donde predominan las pérdidas, cada vez hay más pruebas que apuntan a que los GEI contribuyen a una reducción de los rendimientos totales de los cultivos y podrían afectar a los niveles de nutrientes de diversos alimentos.
Los GEI contribuyen a la aparición de fenómenos meteorológicos extremos que provocan una menor resiliencia de la cadena de abastecimiento alimentario. Los cambios en las condiciones agroecológicas que generan esos fenómenos abonan el terreno para que surjan nuevas plagas y enfermedades que reducen los rendimientos de las cosechas, favorecen las pérdidas de cultivos y aumentan las infestaciones en los alimentos almacenados, lo que puede tener consecuencias negativas para la salud de las personas. Estas consecuencias resultan especialmente devastadoras para los peque?os agricultores y la población más pobre de los países de bajo ingreso.
En las etapas posteriores de la cadena de abastecimiento alimentario, la fabricación y la distribución de alimentos también pueden verse afectadas por el cambio climático de maneras que suelen pasar desapercibidas. El hecho de que los barcos no puedan acceder a los puertos debido a fenómenos meteorológicos suele provocar la pérdida y el desperdicio de alimentos.
Reducir el problema de la pérdida y el desperdicio de alimentos
Para una transformación efectiva de los sistemas agroalimentarios que los haga más eficientes, inclusivos, resilientes y sostenibles, de manera que se reduzca su impacto en el planeta y se garantice la seguridad alimentaria y la nutrición de las personas, es fundamental que la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos sea una condición prioritaria. Esta reducción también abordaría el problema del cambio climático, lo que, a su vez, atenuaría los efectos de los desastres climatológicos en el sistema de abastecimiento alimentario.
La reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos se recoge en el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 12 sobre consumo y producción sostenibles , y, más concretamente, en la meta 12.3, que contempla reducir a la mitad, de aquí a 2030, el desperdicio de alimentos per cápita mundial en la venta al por menor y a nivel de los consumidores y reducir las pérdidas de alimentos en las cadenas de producción y abastecimiento, incluidas las pérdidas posteriores a la cosecha.
En 2019, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) informó , y, en 2021, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA),?. Ambas agencias están desarrollando una metodología para combinar ambos parámetros en un único indicador del ODS 12 para informar sobre la meta 12.3.
La reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos constituye un área programática prioritaria en el , en apoyo a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. A través de su actual programa de trabajo, la FAO apoya a los países en sus iniciativas para reconocer y superar los retos a los que se enfrentan para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos a gran escala. Y lo hace mediante un enfoque sistémico integral para subsanar las deficiencias de conocimientos y capacidad; reforzar los marcos de políticas, reglamentarios e institucionales, así como incentivar e impulsar la acción por parte de los agentes que participan en la cadena de abastecimiento alimentario, “de la granja a la mesa”, en todos los sectores agrícolas.
A este respecto, se fomentan los enfoques circulares para asegurar que los recursos invertidos en la producción de alimentos estén garantizados y se optimicen de manera sostenible. Se da prioridad a aquellas actuaciones que eviten que la pérdida y el desperdicio de alimentos se produzcan en primer lugar, seguidas del rescate, la recuperación y la redistribución de los excedentes o de los alimentos que no puedan venderse o comercializarse, el reciclaje y la reutilización mediante estrategias circulares, y la adecuada eliminación del material sobrante. Esta labor presta especial atención a las primeras etapas de las cadenas de valor, donde cabe esperar una mayor inclusión, reducción de la pobreza y mejora de la seguridad alimentaria y la nutrición.?
Los resultados de un?, financiado por la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación, y realizado en Burkina Faso, la República Democrática del Congo y Uganda por las agencias de las Naciones Unidas con sede en Roma, pone de relieve la necesidad imperiosa de un cambio de paradigma en los programas actuales de investigación y desarrollo destinados a reducir la pérdida de alimentos. Un análisis de los resultados del proyecto subraya la importancia de recopilar datos, según cada contexto específico, sobre pérdidas de alimentos, lo que significa que no existe una fórmula universal y que las soluciones para reducir la pérdida de alimentos deben ser amplias, basadas en la ciencia y estar adaptadas a cada contexto.
De cara a la próxima?, diversos miembros de la?—lanzada en la Precumbre de la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de la ONU para impulsar la agenda relativa a la pérdida y el desperdicio de alimentos tras la Cumbre de 2021— han formulado una promesa global sobre la pérdida y el desperdicio de alimentos cuyo objetivo es que los gobiernos, las empresas y las instituciones suscriban compromisos voluntarios para reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos a fin de acelerar los progresos hacia el cumplimiento de la meta 12.3 del ODS 12.
Esta tercera celebración del Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos el 29 de septiembre de 2022 nos recuerda que todos desempe?amos un papel importante en la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos: los gobiernos, los agentes privados que participan en la cadena de abastecimiento de alimentos, los investigadores y el mundo académico, y los consumidores. Todas nuestras aportaciones contribuirán considerablemente a mejorar la salud planetaria y la nutrición de las generaciones actuales y futuras.
Para más información sobre la pérdida y el desperdicio de alimentos, véase la .
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