El nexo entre los bosques y la salud humana
Los bosques abarcan casi un tercio de la superficie terrestre y proporcionan importantes beneficios de salud para el conjunto de la población, tanto directa como indirectamente. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud como "un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades". Por ende, el concepto de salud no solo incluye el tratamiento de las enfermedades, sino también su prevención y el bienestar.
El tipo y el grado de los beneficios para la salud que proporcionan los bosques varían dependiendo de si están ubicados en zonas rurales o urbanas, y también de su proximidad con los asentamientos humanos. Entre esos beneficios figuran, a grandes rasgos, la nutrición y la prevención y el tratamiento de enfermedades. En primer lugar, los bosques son fuentes directas de alimentos nutritivos y plantas medicinales, así como de combustible para esterilizar el agua. Teniendo en cuenta que la malnutrición es la principal causa de inmunodeficiencia en todo el mundo, las dietas saludables son fundamentales para la salud humana. En segundo lugar, los bosques proporcionan funciones ecosistémicas esenciales que promueven la producción de alimentos: su contribución a la disponibilidad de agua potable, la fertilidad del suelo y la biodiversidad es decisiva para mantener el suministro de alimentos a escala global. Por último, las actividades relacionadas a los bosques promueven la salud mental al reducir el estrés y la ansiedad, y también contribuyen a mitigar los efectos de la depresión y otros problemas psicológicos.
Los bosques abarcan casi un tercio de la superficie terrestre y proporcionan importantes beneficios de salud para el conjunto de la población, tanto directa como indirectamente.
Las personas que viven en los bosques o cerca de ellos disfrutan además de otras ventajas, como la disponibilidad de una amplia variedad de alimentos nutritivos, entre los que se incluyen frutas, hojas, frutos secos y semillas, setas, miel, carne de caza e insectos. Aunque los alimentos forestales podrían no tener un papel destacado en la ingesta calórica, son productos de gran importancia en las dietas habituales de las poblaciones rurales, que a menudo sufren pobreza e inseguridad alimentaria. Los bosques también son una fuente de plantas medicinales. La OMS estima que al menos el 80 por ciento de la población mundial depende de la medicina tradicional para cubrir sus necesidades básicas de atención sanitaria. El conocimiento de las plantas medicinales por parte de las comunidades locales constituye una parte fundamental de los sistemas sanitarios tradicionales. Alrededor de 1.000 millones de personas en todo el mundo utilizan remedios herbales y caseros para tratar la diarrea infantil. Los bosques también proporcionan le?a para cocinar, aunque este beneficio no está exento de riesgos. En todo el mundo, más del 75 por ciento de los hogares rurales y el 20 por ciento de los hogares urbanos dependen principalmente de la le?a para cocinar, y el 10% de la población mundial utiliza este recurso para hervir el agua y potabilizarlo. Sin embargo, el humo que genera este combustible sólido puede elevar el riesgo de distintas enfermedades, tales como los accidentes cerebrovasculares y enfermedades pulmonares, incluido el cáncer de pulmón. Por último, los bosques suelen tener una importancia cultural que resulta vital para la salud de las personas y las comunidades que viven en ellos y en sus alrededores. Las poblaciones indígenas suelen asociar el bienestar del bosque con un mayor bienestar colectivo y de la comunidad en un sentido amplio, ya que son conscientes de la relación entre la salud de la tierra y la salud de las personas. En dichas culturas, se ha observado que la degradación de los bosques y la deforestación provocan problemas de salud mental.
En el caso de las poblaciones urbanas y de las sociedades industrializadas, los beneficios para la salud son algo distintos. Como en el caso de las poblaciones rurales, el consumo directo de alimentos forestales también contribuye sustancialmente a la salud de los habitantes de las ciudades. La urbanización se asocia generalmente con una transición dietética hacia un mayor consumo de azúcares y alimentos procesados. Este cambio en la alimentación, unido a la inactividad física, contribuye a una mayor incidencia del sobrepeso y la obesidad en todo el mundo, así como de enfermedades no transmisibles asociadas. Los alimentos forestales pueden ayudar a contrarrestar esta tendencia al aportar distintas alternativas nutricionales. Asimismo, los bosques tienen un papel fundamental en el desarrollo de productos farmacéuticos a base de plantas, aunque los países donde se ubican las compa?ías farmacéuticas se benefician desproporcionadamente de ellos, en comparación con los países de donde procede la materia prima. Los países en desarrollo aportan dos terceras partes de las plantas que se utilizan en los sistemas sanitarios modernos. Cada vez hay más datos que demuestran una relación positiva entre la exposición a los bosques y el bienestar mental, físico, social y espiritual, todos ellos pilares que se relacionan entre sí para lograr una buena salud. Estudios procedentes de China, Japón y la República de Corea demuestran que visitar zonas boscosas reduce la presión arterial y el pulso, así como los niveles de cortisol, frena la actividad del sistema nervioso simpático, que controla la respuesta de "lucha, huida o bloqueo" que se activa cuando las personas se enfrentan a un peligro potencial, y mejora la actividad del sistema nervioso parasimpático, que evita que el cuerpo se desgaste y lo devuelve a un estado de tranquilidad y serenidad. Por último, los bosques ubicados en las zonas urbanas o en torno a ellas proporcionan beneficios para la prevención de enfermedades mediante actividades recreativas, además de reducir los efectos negativos de la contaminación y las olas de calor.
Retos actuales
Existen varias tendencias que están mermando los beneficios de los bosques para la salud. La combinación de la deforestación, el cambio climático, la urbanización y el crecimiento económico en muchas regiones en desarrollo están provocando un cambio en las dietas de las comunidades locales que habitan en los bosques o cerca de ellos. La escasez de terrenos disponibles y la falta de acceso a alimentos forestales, unidos a un aumento de los ingresos y de la oferta de productos procesados, provocan un incremento del consumo de alimentos muy calóricos y el abandono de las dietas tradicionales. Estos factores contribuyen a un incremento de las tasas de sobrepeso y obesidad, y de enfermedades no transmisibles asociadas.?El efecto que ello provoca resulta especialmente nocivo cuando las tasas de enfermedades infecciosas continúan siendo altas debido a la falta de higiene y de servicios sanitarios. Asimismo, las tendencias ya referidas de deforestación, cambio climático y urbanización están provocando desequilibrios en los ecosistemas que dependen de los bosques, como, por ejemplo, cambios en la abundancia o proliferación de ciertas especies, lo que aumenta la probabilidad de que surjan agentes patógenos capaces de provocar da?os a los ecosistemas o a las personas a través de enfermedades zoonóticas. Por ejemplo, la modificación del entorno con intervenciones como la construcción de carreteras o la conversión de terrenos agrícolas ha provocado brotes de malaria. Asimismo, enfermedades como el VIH y el ?bola se originaron debido a un contacto estrecho con animales salvajes. De hecho, alrededor del?.
Medidas que podemos adoptar como comunidad global
Para garantizar la continuación y la mejora de los beneficios que aportan los bosques para la salud de las personas se necesitan medidas que combinen la conservación de los ecosistemas, la gestión sostenible de los recursos y la protección del acceso continuado y equitativo a dichos beneficios, sobre todo en un contexto de cambio climático. La comunidad global, y especialmente los encargados de formular políticas nacionales, deben adoptar un enfoque multidimensional basado en el concepto "Una sola salud", que establece la interrelación y codependencia de la salud de los seres humanos, de las plantas y de los animales. Los recursos forestales deben gestionarse de forma sostenible, y cuando la tierra donde se ubican los bosques se destina a otros usos (por ejemplo, para la agricultura o para cubrir necesidades urbanas), los cambios deben realizarse de manera que las repercusiones para la vida salvaje y el ecosistema sean mínimas a fin de evitar la aparición de enfermedades. Se necesitan inversiones para mejorar la calidad de los datos y para una medición más precisa de los beneficios para la salud que proporcionan los bosques. También es necesario analizar de manera conjunta los indicadores sobre salud humana, forestal y animal en el marco de los procesos de políticas intersectoriales. Las Naciones Unidas y sus organismos especializados tienen la responsabilidad de apoyar a los países para avanzar en esta agenda por el bien de nuestra salud y de la de futuras generaciones.
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