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Este a?o, el D¨ªa Mundial de la Asistencia Humanitaria marca el vig¨¦simo aniversario del bombardeo en 2003 de la sede de las Naciones Unidas en el Hotel Canal, ubicado en Bagdad (Iraq). Es una oportunidad para rendir tributo a las 22 personas asesinadas y a los m¨¢s de 100 heridos ese d¨ªa, as¨ª como a los miles de trabajadores humanitarios que fueron v¨ªctimas antes y despu¨¦s de ese acontecimiento de proporciones s¨ªsmicas. Es un momento para mostrar solidaridad con las familias, amigos y compa?eros de las personas afectadas. Y tambi¨¦n es una ocasi¨®n para celebrar la labor de todos los trabajadores humanitarios que dedican sus carreras profesionales a ayudar a los necesitados, sin importar qui¨¦nes sean, d¨®nde se encuentren y cu¨¢l sea la situaci¨®n.

En los 20 a?os transcurridos desde el bombardeo del Hotel Canal, el n¨²mero de personas que necesitan asistencia humanitaria en todo el mundo ha crecido dr¨¢sticamente, pasando de 50 millones en 2003 a m¨¢s de?. Dado que los conflictos siguen causando estragos, que el cambio clim¨¢tico contin¨²a haciendo mella y que la desigualdad y el coste de la vida siguen aumentando, cabe esperar que estas cifras seguir¨¢n creciendo en un futuro pr¨®ximo.

A?o tras a?o, la comunidad de la asistencia humanitaria ha estado a la altura del reto. Las operaciones humanitarias han aumentado y cada vez m¨¢s trabajadores humanitarios se suman a la causa. A pesar del eterno problema de la infrafinanciaci¨®n de las operaciones humanitarias, nunca antes hab¨ªamos atendido a tantas personas necesitadas.

No obstante, la comunidad humanitaria est¨¢ saturada y los entornos donde operan siguen siendo dif¨ªciles y muchas veces peligrosos. Alrededor de 7.000 trabajadores humanitarios han sido v¨ªctimas de ataques desde 1997. Solo en 2022? entre ellos, de las que 116 fueron asesinadas, 143 heridas y 33 secuestradas.

L¨®gicamente, estas cifras no lo explican todo. De hecho, no reflejan el n¨²mero de trabajadores humanitarios que fallecieron o resultaron heridos como consecuencia de cat¨¢strofes naturales en el transcurso de su trabajo. No reflejan el da?o emocional y psicol¨®gico que supone trabajar en entornos peligrosos y estresantes, y de estar constantemente expuestos a situaciones traum¨¢ticas y al sufrimiento de otras personas. Tampoco reflejan el estr¨¦s y la frustraci¨®n debido a las constantes dificultades para llegar hasta las personas necesitadas.

El a?o pasado tuve en enorme privilegio de visitar algunos de los muchos lugares de todo el mundo donde la Oficina de Coordinaci¨®n de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA) y sus asociados de toda la comunidad humanitaria realizan una magn¨ªfica labor.

Desde Yemen hasta la frontera de T¨¹rkiye y Siria, y desde N¨ªger hasta Colombia, me ha sorprendido la impresionante dedicaci¨®n, experiencia, creatividad y resiliencia de los trabajadores humanitarios y las comunidades afectadas en sus esfuerzos conjuntos para aliviar el sufrimiento en las circunstancias m¨¢s dif¨ªciles y peligrosas.

Durante esas visitas, los compa?eros que trabajan sobre el terreno contaron en repetidas ocasiones lo dif¨ªcil y complejo que puede resultar esa labor: atreverse a trabajar en zonas de conflicto con aviones de guerra volando sobre sus cabezas, con bombas cayendo y escuchando el zumbido de las balas; lidiar con numerosos grupos armados que tienen escasos o nulos conocimientos del derecho internacional humanitario; hacer frente a una burocracia interminable para entrar en un pa¨ªs y conseguir la importaci¨®n de suministros vitales; servir de testigos y apoyar a supervivientes atormentadas de la violencia de g¨¦nero y de otras muchas formas de sufrimiento; y estar expuestos a las enfermedades y a unas condiciones de vida muy duras.

Estas historias y algunas de las situaciones de las que fui testigo me sirvieron para constatar claramente los riesgos inherentes a nuestro trabajo, la importancia de prestar apoyo a los compa?eros que operan en esos entornos de alto riesgo y el enorme valor del conocimiento y la experiencia del personal nacional y local, as¨ª como de sus redes.

Tambi¨¦n confirmaron algo que en OCHA lo hab¨ªamos reconocido hace mucho tiempo: al igual que una acci¨®n humanitaria m¨¢s eficaz pasa por poner a las personas afectadas por las crisis en el centro de todo lo que hacemos como profesionales humanitarios, es necesario que pongamos a?nuestra?gente en el centro de nuestra labor como organizaciones.

Nuestra gente constituye nuestros cimientos y es nuestro activo m¨¢s importante. Su talento y dedicaci¨®n permiten que la comunidad humanitaria cumpla con su misi¨®n y su mandato, incluso en los lugares m¨¢s dif¨ªciles y peligrosos del mundo. Independiente de su cargo, situaci¨®n contractual o categor¨ªa laboral, y sin importar que sea personal nacional o internacional, tenemos el deber de velar por su seguridad y bienestar. Tenemos la obligaci¨®n de exigir a los Estados y las partes en los conflictos que cumplan con sus obligaciones en virtud del derecho internacional humanitario y no ataquen a los trabajadores humanitarios. En el mundo de la asistencia humanitaria, nuestras organizaciones deben ser amables, respetuosas, diversas e inclusivas. Tambi¨¦n debemos invertir en nuestra gente y asegurarnos de que tenga acceso a las capacidades, el aprendizaje y el apoyo que su talento y dedicaci¨®n merecen.

En el D¨ªa Mundial de la Asistencia Humanitaria, al tiempo que ratificamos nuestro compromiso con ayudar a las personas, sin importar qui¨¦nes sean, d¨®nde se encuentren y cu¨¢l sea la situaci¨®n, tambi¨¦n reiteramos nuestro compromiso con ustedes, las personas que constituyen nuestra comunidad humanitaria.