En los últimos 20 a?os se ha escuchado con frecuencia en los foros de debate que el compromiso cívico y político de la juventud está en crisis. Uno de los argumentos esgrimidos es que los jóvenes en edad de votar en las elecciones nacionales tienden a ejercer este derecho con menos frecuencia que las generaciones anteriores. Además, en los últimos decenios, en muchos países ha disminuido el porcentaje de jóvenes que votan en estos comicios. Estas tendencias se han utilizado para argumentar que el futuro de la democracia está en peligro, porque el compromiso político en la vida adulta tiene sus raíces en los hábitos desarrollados en la juventud, y los jóvenes de hoy se convertirán en su momento en los adultos del ma?ana.
Ya he expresado en otro medio que, desde mi punto de vista, se puede hacer una lectura diferente de estas tendencias1. En primer lugar, parece muy obvio que estas tendencias no se reproducen en todos los países, sino que suelen darse específicamente en las democracias occidentales. Además, las personas tienen a su disposición muchos medios para expresar su activismo cívico y político. Algunos de ellos guardan relación con la participación en procesos electorales mediante acciones como votar, intentar persuadir a otros para que voten por un candidato en particular y trabajar para un partido político. Estas son las formas convencionales de participación política. Sin embargo, existe también un activismo no convencional, que se traduce en la participación en manifestaciones, protestas y marchas políticas; la firma de peticiones; la redacción de artículos o publicaciones en blogs políticos; y dar me gusta o compartirlos en los medios sociales. Otras formas de participación pueden centrarse más directamente en prestar ayuda a personas necesitadas, resolver problemas comunitarios o recaudar dinero para causas benéficas. Estas formas de participación son más bien “cívicas” y no tanto “políticas”, porque actúan al margen de la escena política.
Si bien el compromiso de la juventud con la participación política convencional parece que actualmente está en declive en muchas democracias, existen pruebas contundentes de que un gran número de jóvenes mantiene un firme compromiso con la acción cívica y no convencional en sus respectivos países. Es posible que la movilización por las cuestiones de interés para la juventud en el pasado se tradujese en votar a un candidato en particular o en dirigir escritos a los representantes electos; sin embargo, hoy en día se responde a esas mismas cuestiones por medio del activismo consumerista, las protestas y manifestaciones, la actividad en los medios sociales, la recaudación de fondos benéfica o el trabajo de voluntariado en la comunidad.
Otro rasgo del compromiso cívico y político de la juventud de la actualidad guarda relación con los objetivos concretos a los que suele dirigirse la acción del activismo juvenil. Habida cuenta del sentimiento de frustración y cinismo que les provocan los políticos y los procesos políticos convencionales, muchos jóvenes optan por centrar sus energías en temas puntuales o en causas sobre las cuales tienen grandes convicciones. Entre los problemas que suelen atraer su atención se encuentran el calentamiento global, la contaminación, la pobreza a nivel mundial, el uso de mano de obra barata en el mundo en desarrollo, la codicia de las corporaciones multinacionales y los derechos humanos (a nivel mundial), así como las pintadas, la inseguridad en las calles, las instalaciones de transporte y reciclaje y los servicios para los jóvenes (a nivel local).
Este doble enfoque sobre cuestiones mundiales y locales surgió claramente de un proyecto de investigación a gran escala financiado por la Comisión Europea denominado “Processes Influencing Democratic Ownership and Participation” (PIDOP, Procesos que Influyen en la Participación y la Apropiación Democrática) que dirigí desde 2009 hasta 20122. Reunimos datos de personas de entre 16 y 26 a?os procedentes de 27 grupos nacionales y étnicos con residencia en diferentes países de Europa. Descubrimos que estos jóvenes a menudo optaban por no comprometerse con la política convencional porque sentían que no se les escuchaba, los políticos les ignoraban y no tenían los recursos o las competencias necesarias para involucrarse políticamente. También tendían a pensar que el compromiso político convencional era ineficaz para provocar un auténtico cambio.
Al mismo tiempo, el interés y el entusiasmo de estos jóvenes por los problemas globales a menudo eran muy notables. Se notaba con frecuencia una percepción de estas cuestiones como pertinentes y significativas para sus propias vidas. Por esta razón, yo pondría en tela de juicio la afirmación de que el compromiso cívico y político de los jóvenes está en crisis debido a su apatía y alienación. Lo que ocurre es que los jóvenes en la actualidad suelen centrarse en mayor medida en cuestiones específicas que les interesan personalmente, usando medios de acción alternativos que nada tienen que ver con los que usaron las generaciones de sus padres y sus abuelos.
Dicho esto, es importante no hacer generalizaciones excesivamente simplistas basadas en estudios que se han llevado a cabo en las democracias occidentales, que es donde ha tenido lugar la mayor parte de la investigación en este campo. Las vidas, las preocupaciones y la gama de actividades políticas y cívicas que los jóvenes emprenden son a menudo muy diferentes de un país a otro. También varían considerablemente en el interior de los propios países.
Las diferencias entre países se derivan de las características históricas, económicas y culturales específicas con que viven los jóvenes, y también del dise?o de las instituciones políticas dentro de esos países. Por ejemplo, la importancia que los jóvenes atribuyen a la participación política convencional tiende a ser menor en países en los que existen tradiciones democráticas de larga data, y mayor en países en los que las instituciones democráticas convencionales y las formas de participación se han fortalecido en los últimos 30 a?os. El conocimiento y el compromiso políticos de los jóvenes también tienden a ser más elevados en los países que están más desarrollados económicamente. Además, las estructuras institucionales políticas pueden dise?arse de modo que brinden a los jóvenes la oportunidad de participar y contribuir de muchas y diversas formas, o bien pueden dise?arse para inhibir, restringir o incluso impedir tal posibilidad. Por último, todos los países tienen sus propios intereses y preocupaciones culturales y políticos a nivel interno, que también influyen en los patrones de participación de los jóvenes.
El compromiso cívico y político de la juventud varía también significativamente de un país a otro. Por ejemplo, aquellos individuos que tienen un nivel socioeconómico más elevado generalmente exhiben niveles más altos de participación; la probabilidad de votar y cometer acciones ilegales, como hacer pintadas de temática política, es mayor entre los hombres, mientras que el interés por las cuestiones sociales y ambientales tiende a ser mayor entre las mujeres. Por otra parte, los individuos de las minorías y las mayorías étnicas participan en diferentes tipos de actividades de voluntariado, si bien los primeros lo hacen mucho más en actividades relacionadas con sus propias comunidades étnicas.
Las variaciones dentro de los países también guardan relación con factores sociales. La conducta de los progenitores es, en este sentido, extremadamente importante. Por ejemplo, es más probable que los padres que participan en protestas tengan hijos que también participen en protestas, y los adolescentes cuyos padres están interesados en cuestiones políticas y sociales también mostrarán mayores niveles de interés. Otros factores sociales pertinentes son, por ejemplo, las relaciones intergeneracionales, ya que los jóvenes tienen más probabilidades de comprometerse con los objetivos y valores cívicos y políticos cuando perciben un sentimiento de solidaridad con sus compa?eros en la escuela. La pertenencia a organizaciones juveniles y la participación en asociaciones que ofrecen un contexto para actividades tales como hablar en público, debatir y servir a la comunidad también guardan relación con la participación política en la vida adulta.
La educación que los jóvenes reciben en la escuela es asimismo un factor clave. Si las escuelas permiten a sus estudiantes plantear cuestiones éticas, sociales, cívicas y políticas en el aula, les brindan ocasiones para discutir temas controvertidos, los alientan a expresar sus propias opiniones y a escucharse unos a otros para explorar una variedad de perspectivas diferentes, los estudiantes tenderán a adquirir mayores niveles de interés, confianza y conocimiento sobre cuestiones políticas, lo que a su vez aumentará la probabilidad de que voten en el futuro. También revierte de manera positiva en el compromiso de los estudiantes el hecho de que las propias escuelas operen según los principios democráticos y generen oportunidades para que los estudiantes contribuyan a la toma de decisiones formales, por ejemplo, a través de representantes de la clase, consejos estudiantiles y representación del alumnado en grupos de trabajo3.
Las repercusiones sobre la educación son aún mayores si las escuelas adoptan un plan de estudios basado en competencias donde se recojan aquellas necesarias para el compromiso cívico y político. El objetivo de un plan de estudios de este tipo no es solo mejorar los conocimientos y las habilidades de los estudiantes, sino también sus valores, actitudes y pensamiento crítico, de modo que estén facultados para actuar como agentes autónomos capaces de desarrollar una acción cívica y política de manera efectiva. Entre las competencias que se deben perseguir para lograr este resultado se incluyen el conocimiento y la comprensión de la política, el pensamiento analítico y crítico, la mentalidad cívica, la responsabilidad, la empatía, las habilidades de comunicación y cooperación y la puesta en valor de la democracia4. Es posible utilizar una amplia gama de métodos pedagógicos, como el aprendizaje-servicio, el cooperativo y el basado en proyectos para promover precisamente este tipo de competencias.
Estas mismas competencias también son necesarias para que los jóvenes tomen medidas efectivas en relación con los problemas mundiales que les preocupan, como el calentamiento global, la contaminación, la pobreza a nivel mundial y los derechos humanos5. Sin embargo, en este caso, la mentalidad cívica —es decir, la preocupación por otras personas dentro de la propia comunidad y el sentido de deber cívico— debe adoptar la forma de una mentalidad global —es decir, la preocupación por toda la humanidad y el planeta—6. Una característica muy positiva del compromiso cívico y político de muchos jóvenes hoy en día es precisamente su preocupación por la comunidad mundial, y no solo por su propia comunidad local.
La investigación sobre la ciudadanía mundial está dando aún sus primeros pasos. Sin embargo, los estudios han revelado que los jóvenes que tienen un alto nivel de mentalidad global tienen más probabilidades de:
- Participar en el contacto, la cooperación, la interacción y el diálogo intercultural.
- Ser tolerantes con las diferencias culturales y apreciar la diversidad cultural.
- Apoyar las necesidades humanitarias y en materia de derechos humanos a nivel mundial, y mostrar disposición para contribuir al socorro humanitario internacional.
- Preocuparse por el medioambiente y participar en actividades en defensa de este.
Del mismo modo, estos estudios han revelado que las escuelas pueden tomar una serie de medidas para mejorar la mentalidad global de los jóvenes y las actividades relacionadas con la ciudadanía mundial.
Entre ellas cabe destacar:
- Aprovechar las motivaciones de los estudiantes ofreciéndoles la oportunidad de que exploren, descubran y comprendan de manera crítica los problemas globales que ya les interesan.
- Usar el plan de estudios para tratar de conseguir las competencias requeridas para participar en acciones efectivas y apropiadas para asuntos globales, y usar las pedagogías más adecuadas para fomentar el desarrollo de estas competencias.
- Brindar oportunidades para que los estudiantes pongan en práctica sus competencias (es decir, usar sus valores, actitudes, habilidades, conocimiento y comprensión crítica) sobre asuntos globales.
- Brindar a los alumnos la oportunidad de interactuar con diferentes culturas en el aula, en su vecindario y a través de Internet, para que puedan experimentar un contacto intercultural fructífero y una comunicación respetuosa con los demás.
El compromiso cívico y político de los jóvenes está hoy ciertamente en cambio constante. Pero la lectura que yo hago de los trabajos de investigación es que tenemos muchos motivos para ser optimistas en relación con su compromiso, si bien los sistemas educativos nacionales podrían emplearse de manera mucho más eficaz para apoyar y promover su competencia y su compromiso mundiales.???
Notas
- Martyn Barrett y Dimitra Pachi, Youth Civic and Political Engagement. Londres, Routledge. Próximamente.
- “Processes Influencing Democratic Ownership and Participation” (PIDOP), Comisión Europea, 7? Programa Marco. Disponible en .
- Estas conclusiones se han extraído de CIVED e ICCS, que son proyectos internacionales comparativos a gran escala llevados a cabo por la Asociación Internacional de Evaluación del Rendimiento Escolar. Disponible en y .
- Consejo de Europa, Competencias para una cultura democrática: Convivir en pie de igualdad en sociedades democráticas culturalmente diversas (2016). Estrasburgo, Publicación del Consejo de Europa. Disponible en .
- Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), “Global Competency for an Inclusive World” (2016). París. Disponible en
competency-for-an-inclusive-world.pdf. - Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Educación para la ciudadanía mundial: Temas y objetivos de aprendizaje (2015). París. Disponible en .
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