En de este a?o pasé una semana en Haití junto con mis homólogos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia y del Departamento de Ayuda Humanitaria de la Unión Europea, en un esfuerzo por obtener una comprensión más clara de la crisis y de cómo las Naciones Unidas y la comunidad humanitaria en general pueden apoyar mejor al pueblo haitiano.
Haití es un país hermoso que ha enfrentado numerosos desafíos a lo largo de los a?os, los más recientes de los cuales han sido la violencia y la inseguridad incesantes, pero también la inestabilidad política, la falta de inversión en servicios básicos y una sucesión de desastres naturales. Estos desafíos han asolado la vida de los haitianos y han provocado un éxodo de personas del país, incluidos trabajadores de la salud y maestros, en busca de una vida mejor.
La crisis que vive Haití hoy es, sin duda, una de las más graves del mundo. Gran parte de la capital, Puerto Príncipe, y grandes zonas del sur rural están bajo el control de grupos armados. En el norte, la violencia amenaza cada vez más el granero del país, Artibonite. Durante el primer semestre de 2024, , incluidos cientos de mujeres y ni?os. Más de de sus hogares, más de la mitad de las cuales son mujeres y ni?as.
Durante nuestra visita, nos sentamos y hablamos con numerosas personas afectadas por esta crisis que empeora: agricultores que no pueden cosechar sus cultivos, mujeres agricultoras que no pueden llevar sus productos al mercado, familias desplazadas que ahora se refugian en las escuelas a las que solían asistir sus hijos y muchos que viven con el temor constante de ser secuestrados o agredidos sexualmente a manos de bandas armadas.
En total, 5,5 millones de haitianos, casi la mitad de la población, . El hambre está aumentando y más de 5 millones de haitianos . Según el último análisis de la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases (CIF), se estima que 2 millones de personas se encuentran en niveles de emergencia de hambre y al menos 6.000 personas enfrentan el nivel más alto de inseguridad alimentaria aguda: la Fase 5 de la CIF.
El acceso a servicios básicos, como la salud y la educación, sigue siendo precario. En la región de Puerto Príncipe, sólo , dejando a cientos de miles de ni?os sin acceso a la educación al comienzo del nuevo a?o escolar.
Las posibles consecuencias para los ni?os son alarmantes: los ni?os que no asisten a la escuela son propensos a ser reclutados por grupos armados (se estima que los ni?os ya constituyen hasta la mitad de sus miembros). En el caso de las ni?as que no asisten a la escuela, el riesgo de exposición a la violencia de género aumenta drásticamente. Esto ocurre en un contexto de un aumento aterrador de la violencia de género, en el que la violencia sexual representa una gran mayoría de los casos denunciados. En marzo de 2024, el número de casos de violencia de género denunciados por mes en los campamentos de desplazados casi se había cuadriplicado desde principios de a?o.
Estas cifras revelan una verdad trágica: las mujeres y las ni?as son las más afectadas por la crisis de protección en Haití, en particular aquellas que han sido desplazadas.
A pesar de este panorama aparentemente sombrío, terminé la visita llena de energía y convencida de que, con la atención y el apoyo adecuados, Haití y su pueblo tienen más que un atisbo de esperanza de un futuro mejor. Muchos haitianos expresaron optimismo en cuanto a que el Gobierno de transición y el despliegue inicial de la podrían generar estabilidad política y una mejor situación de seguridad.
Fui testigo directa de la notable fortaleza y resiliencia de las mujeres y los hombres haitianos, una cualidad que han demostrado durante muchos a?os. Mientras las familias se preparan para la temporada de regreso a clases, los haitianos no se dan por vencidos en la educación de sus hijos, lo que es un poderoso testimonio de su determinación. Me sentí honrada por el increíble trabajo de la sociedad civil local y las organizaciones humanitarias, que hacen todo lo posible para ayudar a sus conciudadanos, incluso al hospedarlos generosamente en sus propios hogares.
Muchas personas tenían claro que necesitaban ayuda para cubrir sus necesidades básicas cotidianas, pero muchas tenían igualmente claro su deseo de recibir ayuda que les permitiera mantenerse por sí mismas, y eran específicas sobre cómo sería esa ayuda. Cuando viajé a Artibonite, por ejemplo, los agricultores manifestaron explícitamente que no querían semillas ni suministros de las Naciones Unidas. Lo que pedían era infraestructura, como sistemas de riego, que proporcionaran una base sólida para reconstruir y mantener sus medios de vida y alimentar a las familias y las comunidades.
La comunidad internacional debe prestar el apoyo que necesitan los haitianos, en el momento y la forma en que lo necesitan. Para ello, podemos aprovechar la ventana de oportunidad que ofrecen los acontecimientos recientes.
La máxima prioridad debe ser la paz y la estabilidad. Esto es, más que nada, lo que desean los haitianos con los que hablé. Hasta el momento, 400 policías kenianos se han desplegado en Haití como parte de la misión del MSS, y se espera que pronto lleguen más. Esta es una oportunidad crucial para reducir los niveles de violencia y mejorar la situación de seguridad para que la gente pueda retomar sus vidas y sus medios de subsistencia.
También es fundamental abordar el espectro completo de las causas profundas de la crisis humanitaria. Esto requiere no sólo avances políticos y de seguridad, sino también esfuerzos simultáneos en materia de desarrollo y ayuda humanitaria. Por ejemplo, dado que aproximadamente el 85 por ciento de las escuelas y hospitales están gestionados por el sector privado, hacer que los ni?os vuelvan a la escuela y proporcionarles una atención sanitaria adecuada no es una cuestión que incumba únicamente a los trabajadores humanitarios, sino que requiere la colaboración de las instituciones estatales y el estímulo de las empresas locales y otras partes interesadas.
Además, debemos mantener una respuesta humanitaria eficaz, apropiada y basada en principios, de la que dependen actualmente tantas personas. Mi visita confirmó lo que ya sabía: las Naciones Unidas y sus socios están haciendo un trabajo increíble en Haití en circunstancias extremadamente difíciles. Mediante un diálogo constante con todas las partes interesadas, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) ha encabezado los esfuerzos para garantizar que los trabajadores humanitarios puedan desplegarse donde más se los necesita. Y al trabajar con organizaciones locales, los organismos de las Naciones Unidas han podido desarrollar respuestas localizadas a necesidades específicas en diferentes áreas. Esto incluye un amplio trabajo con organizaciones locales de mujeres, entes que tienen profundas raíces en las comunidades y una comprensión única de sus necesidades.
El a?o pasado, las Naciones Unidas pudieron brindar alguna asistencia a unos 2,6 millones de personas en Haití. A finales de 2023, las Naciones Unidas proporcionaban asistencia alimentaria o en efectivo a
Pero lo que falta, como suele suceder, es una financiación adecuada y flexible. A mediados de septiembre, el solo estaba financiado en un 39 por ciento, tras haber recibido apenas 262 millones de dólares de los 674 millones solicitados para 2024.
Se han logrado algunos avances desde mi visita en julio. La financiación adicional de los donantes permitió a la OCHA establecer un para brindar apoyo en áreas prioritarias como la seguridad alimentaria y la protección. Pero se necesita mucho más para ayudar a Haití a superar esta crisis.
El costo de la inacción es alto. El hambre aumentará y los refugios temporales ya no podrán albergar a los desplazados. Más ni?os perderán a?os de educación y más serán reclutados por grupos armados. Las mujeres seguirán enfrentándose a complicaciones que amenazan sus vidas durante el embarazo y el parto, y las ni?as seguirán enfrentándose a niveles alarmantes de violencia de género sin la asistencia médica urgente que necesitan.
Nada de esto es inevitable. En la reciente apertura del septuagésimo noveno período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, los dirigentes se reunieron para debatir vías concretas para apoyar a Haití. Ahora la comunidad internacional debe convertir los compromisos en acciones, mientras la ventana de oportunidad sigue abierta. Y debe garantizar que las Naciones Unidas y la comunidad humanitaria y de desarrollo en general cuenten con los recursos necesarios para ayudar al país a atravesar este momento difícil. Con la atención y el apoyo adecuados, podemos ayudar a Haití a avanzar por el camino hacia la seguridad, la estabilidad y las bases de una paz duradera que su pueblo tanto merece.
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