En el siglo XVIII, el filósofo anglo-irlandés George Berkeley resumió su teoría del "inmaterialismo" en la siguiente máxima: ser es ser percibido.

Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la problemática de género era lo último que tenía en mente el buen obispo con dicha sentencia, pero su revelación filosófica describe acertadamente la difícil situación en que se encuentran las mujeres de todo el mundo en lo que se refiere a la cobertura mediática: bien no aparecen en las noticias, y por lo tanto es imposible percibirlas ya que no están, o se las incluye, pero dentro de parámetros limitados que impiden una cabal percepción de su contribución a la sociedad. Esta situación varía dependiendo de los países, pero en general, las mujeres y las ni?as muy raras veces aparecen en el mundo periodístico como narradoras de su propia experiencia o como fuentes autorizadas de un tema determinado. Además, cuando sí aparecen, se las presenta de manera estereotipada.

Hace unos a?os, pasé bastante tiempo impartiendo cursos de capacitación en periodismo en varios países. Antes de dar comienzo a un taller, mi colega y yo siempre realizábamos un rápido análisis del contenido de los periódicos locales; tomábamos un ejemplar e íbamos contando las páginas hasta que encontrábamos la fotografía de una mujer ilustrando un artículo. Los redactores de un periódico suelen agrupar las historias que consideran más importantes y sustanciosas en las primeras páginas, que forman la sección principal. Muchas veces hojeábamos toda esta sección sin encontrar una sola foto de una mujer. Había muchas fotografías de hombres frente a un micrófono o detrás de un escritorio en situaciones que sugerían poder y control. Nunca encontramos una mujer. Y la televisión era aún peor. La juventud y la belleza eran condiciones indispensables para aparecer ante las cámaras. ?Dónde estaban las periodistas maduras y experimentadas? También se notaba la ausencia de voces femeninas influyentes en las secciones de ciencias, finanzas y deportes. Mi colega y yo todavía recordamos con asombro un artículo sobre el cáncer de mama en las mujeres donde no había una sola fuente que fuera una mujer, ni pacientes ni doctoras; los únicos entrevistados eran médicos hombres.

Las cosas han mejorado un poco desde entonces. Aun así, un estudio sobre los medios de comunicación de ?frica, publicado en febrero de 2009 por la Fundación Internacional de Mujeres en los Medios (IWMF) en el marco de los preparativos para la capacitación sobre la cobertura periodística relativa a las mujeres y la agricultura, reveló que las mujeres eran prácticamente invisibles en los medios de comunicación africanos. Según dicho estudio, solamente un 11% de las fuentes eran mujeres, y solo un 7% de los artículos sobre el tema de la agricultura estaban centrados en las mujeres, pese a que estas producían el 70% de los alimentos de la región. En otras palabras, se pasaba por alto a las protagonistas clave del artículo sobre la agricultura. ?Cómo pretender entonces que los consumidores de las noticias entendieran el tema?

Y si bien me resultó alentador encontrar hace poco un artículo dedicado a una empresaria en un periódico francés, ?me sentí igualmente consternada cuando justo después di con otro sobre lo difícil que podía ser para las mujeres de baja estatura encontrar marido!

En el periodismo de radio y televisión también impera una superficialidad tendenciosa. La ropa, el maquillaje y los peinados de las mujeres que son importantes figuras públicas son objeto de un examen minucioso y obsesivo y reciben la misma atención que sus opiniones y posiciones en asuntos fundamentales, mientras que ningún periodista se molestaría en hacer comentarios sobre el traje arrugado de un político con sobrepeso o sobre el hecho de que su camisa y corbata no hagan juego. Mientras tanto, las tragedias de las víctimas de violación en zonas de grave conflicto, los abusos a que se ven sometidas a diario las mujeres en algunas sociedades donde se las priva de sus derechos básicos, o la esclavitud de decenas de miles de mujeres que caen en las redes de trata de seres humanos continúan sin aparecer en las noticias. La mayoría de los jefes de redacción no perciben que estos crímenes inefables sean noticias de interés público que ameriten la inversión de recursos.

La imagen distorsionada de las mujeres y las ni?as que presentan los medios de comunicación en todo el mundo no es producto de la casualidad. Es el resultado directo de múltiples factores, sobre todo del modo en que se ejerce el periodismo en el mundo y de la naturaleza intrínseca de las salas de redacción. Los periodistas escriben contra reloj. A menudo, la presión de obtener noticias todos los días no les da tiempo a diversificar sus fuentes o buscar nuevas voces, que pueden no estar disponibles de inmediato o incluso no ser confiables. Por este motivo, tienden a volver a la misma fuente una y otra vez. Por ejemplo, unas empresarias nuevas y prometedoras nunca van a ser elegidas como fuente si tienen a un experimentado directivo bancario de sexo masculino que ya ha sido entrevistado anteriormente.

Las noticias como producto buscan causar impacto. En un panorama cada vez más competitivo y fragmentado como es el de medios de comunicación, es mucho más fácil captar la atención del espectador o el lector con una joven ligera de ropa que con un debate serio y nada glamoroso sobre la deteriorada infraestructura de alcantarillado.

Por último, la naturaleza del periodismo, con su ritmo frenético, calendarios impredecibles y exigencia de plazos poco razonables, juega en contra de las mujeres, que siguen siendo las principales responsables del hogar familiar y el cuidado de los hijos.

Es posible que en el futuro surjan nuevas formas de comunicación que logren cambiar radicalmente la manera en que los consumidores procesan las noticias y otro tipo de información, pero hasta el momento no hay pruebas de que los avances tecnológicos sean la fórmula mágica que resuelva las desigualdades profesionales o las desigualdades en la cobertura mediática.

Las limitaciones inherentes al oficio periodístico son muestra de que las salas de prensa reproducen las sociedades en las que funcionan. La barrera invisible en la industria de los medios de comunicación es una realidad. La desigualdad entre los trabajadores del periodismo, que se da en todos los medios, ya sea televisión, prensa escrita, radio, y ahora incluso en Internet, no es más que una prolongación de la desigualdad entre los géneros que existe en la sociedad en general. Las mujeres siguen siendo víctimas de discriminación en muchas profesiones, y el periodismo no es ninguna excepción.

Como ilustración, siempre están las fotos en blanco y negro de las salas de redacción de anta?o: un ejército de hombres en mangas de camisa, con un cigarrillo en la boca, escribiendo páginas de material con gruesos lápices o mecanografiando frenéticamente en sus máquinas Royal. Si en las fotografías hay alguna mujer, está sirviendo café o contestando el teléfono.

Los hombres tienen bien asumidos sus derechos, y esto les impide considerar siquiera la relevancia de la igualdad entre los géneros. Esto no quiere decir que no haya organizaciones que valoren la capacidad de liderazgo de las mujeres o que no existan ejecutivos de los medios de comunicación comprometidos con la promoción de las mujeres y los puntos de vista de la mujer en las coberturas periodísticas. Pero en general, la industria de los medios de comunicación aún sigue anclada en una estructura anticuada, un enclave dominado por los hombres donde las mujeres periodistas constatan con frustración que la igualdad (y más aún la posibilidad de ocupar una posición de liderazgo) continúa siendo tan solo una promesa. Esta situación tiene un efecto directo sobre la cobertura de las noticias. Aún no hay una masa crítica de mujeres que permita incorporar las cuestiones de género en la agenda de los medios de comunicación.

Pocas mujeres acceden a los puestos más altos de dirección en los medios, y muchas de las que lo logran pagan el precio de su adelanto asumiendo las características de sus colegas masculinos, a costa de priorizar la igualdad entre los géneros. Una colega mía, que actualmente es una prestigiosa ejecutiva de la industria periodística de los Estados Unidos, iba a jugar al golf con sus pares masculinos, a pesar de no tener ninguna afición por ese deporte, porque era la única forma de que la incluyeran en las conversaciones importantes. Para ella, el tiempo que pasaba en el campo de golf era una prolongación de su jornada de trabajo, no un momento de esparcimiento. No podía arriesgarse a sobresalir como "mujer" en la sala de redacción poniendo de relieve las cuestiones de género, ya fuera mediante su conducta personal o promoviendo dichas cuestiones de manera explícita.

Los prejuicios persisten por más que haya una aceptación cada vez mayor de las mujeres en puestos directivos. Las estructuras de las redes de contactos existentes en los medios, definidas por los hombres, desalientan la participación activa de las mujeres. Si una mujer que ocupa un puesto de dirección dice lo que piensa sin tapujos, la consideran irritante e histérica. Si no hace valer sus puntos de vista, se la toma por incompetente. En una ocasión vi a uno de mis jefes, director ejecutivo de un gran periódico metropolitano, parodiar a una ejecutiva colega que había expresado una opinión con la que no estaba de acuerdo para mostrarle al equipo directivo lo poco que le importaban los comentarios de esa mujer. Nunca lo vi burlarse de sus colegas hombres, por más ridículas que le parecieran sus observaciones o por mucho que discrepara con sus puntos de vista.

La disparidad en la situación del hombre y la mujer posiblemente sea el obstáculo más crítico que nos impide en la práctica encontrar la forma de lograr una sociedad más justa. Los medios de comunicación deben ser un espejo que refleje la realidad tal cual es, y por el momento distan muchísimo de representar a las mujeres y las ni?as de manera cabal y justa.

Como un primer paso en los esfuerzos por promover una reconfiguración de la agenda de los medios a fin de incluir voces femeninas de una manera significativa y justa, la Fundación Internacional de Mujeres en los Medios está llevando a cabo la encuesta más completa que se haya realizado hasta ahora sobre la situación de la mujer en los medios de comunicación a nivel mundial. Se ha entrevistado a ejecutivos de más de 500 empresas de comunicación de todo el mundo a fin de recabar información sobre temas como la igualdad de remuneración, las oportunidades de ascenso en la carrera y el acceso a formación permanente para las mujeres periodistas. Los resultados de este estudio marcarán la pauta para una plataforma de acción dirigida a subsanar las desigualdades que existen actualmente en las salas de redacción. Si se logra que haya suficientes mujeres en puestos de poder en la sala de redacción, mujeres capaces de reconocer que cualquier noticia puede tener una perspectiva de género, se habrán conseguido las condiciones para garantizar la igualdad de cobertura.

Las noticias solo surgen a quienes pueden contarlas. Una vez que se hayan implantado las estructuras adecuadas en la industria de los medios de comunicación, esas voces femeninas invisibles tendrán la oportunidad de ser oídas.