11 julio 2011

Han transcurrido m芍s de diez a?os desde que Nelson Mandela, en su condici車n de Presidente de la Rep迆blica de Sud芍frica, dirigi車 la palabra a los Jefes de Estado y de Gobierno de la entonces Organizaci車n de la Unidad Africana (OUA). En su discurso, Mandela se concentr車 en uno de los m芍s grandes dilemas que ha enfrentado el mundo desde el final de la guerra fr赤a, a saber, si es admisible la intervenci車n de fuerzas externas en los asuntos internos de un Estado cuando su poblaci車n civil sufre violaciones de los derechos humanos en gran escala y ese Estado no puede, o no quiere, cumplir su responsabilidad de proteger a su propio pueblo. Aunque el mensaje iba dirigido a los presentes en Ouagadougou, su esencia puede extenderse a toda la comunidad internacional.

Con la ca赤da de la cortina de hierro y el final de la guerra fr赤a, la din芍mica de la pol赤tica internacional comenz車 a experimentar una serie de cambios. La cl芍sica guerra entre Estados se convirti車 gradualmente en una serie de conflictos caracterizados por ataques constantes contra civiles no combatientes dentro de los Estados, sin fronteras claras ni respeto por el derecho internacional, en los que la violencia daba por resultado el desplazamiento de miles de personas todos los a?os. Los conflictos internos y regionales inclu赤an a diferentes tipos de actores, privaban a las personas de sus derechos humanos b芍sicos y pon赤an en riesgo las vidas de los m芍s vulnerables. Con el paso del tiempo, y con los tr芍gicos acontecimientos ocurridos en Somalia, Rwanda, Bosnia y Kosovo grabados en la mente de las personas, se pusieron en tela de juicio algunos de los pilares principales del sistema de Wesfalia, y con ellos el principio de la soberan赤a y la no injerencia.

Procurando apartarse de la pol谷mica noci車n del droit d'ing谷rence del decenio de 1990, la norma de la responsabilidad de proteger intent車 replantear la cuesti車n en t谷rminos de responsabilidad y protecci車n y no del derecho a intervenir. La perspectiva era que no se siguiera considerando, como en el pasado, que el hecho de que un Estado dejara de proteger a sus ciudadanos era un asunto que a nadie incumb赤a, sino que se viera como un motivo de preocupaci車n del mundo entero; era una respuesta muy directa al mensaje de "nunca m芍s". Durante la Cumbre Mundial de las Naciones Unidas de 2005, los l赤deres mundiales acordaron una interpretaci車n restrictiva y estrecha de la responsabilidad de proteger, basada en el informe sobre esta norma preparado por la Comisi車n Internacional sobre Intervenci車n y Soberan赤a de los Estados. En el informe se declaraba que cada Estado ten赤a la responsabilidad de proteger a su poblaci車n del genocidio, los cr赤menes de guerra, la depuraci車n 谷tnica y los cr赤menes de lesa humanidad. Tambi谷n se se?alaba que la comunidad internacional estaba dispuesta a tomar medidas colectivas por conducto del Consejo de Seguridad y de conformidad con la Carta, seg迆n las circunstancias de cada caso y de manera oportuna y decisiva. Se hac赤a mucho hincapi谷 en la importancia de la prevenci車n de los conflictos y en que los Estados prestaran asistencia a otros Estados en que hubiera situaciones de tensi車n antes de que estallara una crisis o un conflicto. En 2006 el Consejo de Seguridad reafirm車 esas disposiciones al aprobar su resoluci車n 1674, sobre la protecci車n de los civiles en los conflictos armados, y su resoluci車n 1706, sobre el despliegue de una fuerza de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz en Darfur (Sud芍n).

La formulaci車n de la norma de la responsabilidad de proteger fue el punto de partida de la voluntad de la comunidad internacional de prevenir y detener las atrocidades en gran escala. Sin embargo, constituye una labor en curso y, como tal, ha venido enfrentando numerosas dificultades derivadas de la tradicional tirantez existente entre las obligaciones de protecci車n por una parte, enraizadas en el derecho internacional, y las percepciones tradicionales de la seguridad por otra, que est芍n vinculadas con los principios de la soberan赤a de los Estados y la no injerencia. El dilema actual radica en la forma en que el Consejo de Seguridad vincular芍 sus resoluciones y mandatos, en extremo ambiciosos, con la realidad sobre el terreno. En t谷rminos generales, el personal de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas destacado actualmente en escenarios en que es aplicable la responsabilidad de proteger, no dispone de orientaciones ni de recursos suficientes para proteger a los civiles que est芍n en peligro inminente; lo mismo ocurre con aquellos que podr赤an verse expuestos a las mismas amenazas o riesgos en un futuro cercano y necesitan la aplicaci車n de medidas preventivas para evitar un ataque directo. Adem芍s, raras veces ese personal est芍 equipado para prevenir el estallido de atrocidades; m芍s bien luchan contra la violencia cuando esta aparece. En Darfur aprend赤 de primera mano que el personal de mantenimiento de la paz suele estar inseguro de su papel en las actividades de protecci車n, y se pregunta qu谷 entra?a exactamente esa protecci車n de los civiles. Otra cuesti車n delicada para el personal desplegado sobre el terreno, ya se trate de soldados, civiles o polic赤as, es el plan de acci車n de la misi車n con respecto a las fuerzas del gobierno del pa赤s anfitri車n -sobre qui谷n recae en primer lugar la responsabilidad de proteger- cuando esas fuerzas representan una amenaza para los civiles, como en el caso de Darfur (Sud芍n).

Es innegable que se han realizado avances en el marco de las Naciones Unidas, pero tambi谷n es indispensable aclarar c車mo percibe e interpreta la protecci車n el personal desplegado sobre el terreno, los hombres y mujeres que arriesgan la vida a diario tratando de proteger vidas humanas. Algo similar y de igual importancia es la necesidad urgente de proporcionar directrices estrat谷gicas claras a todos los componentes de las misiones de las Naciones Unidas para garantizar que las tareas de protecci車n comprendidas en su mandato se traduzcan en medidas concretas de cumplimiento de la responsabilidad de proteger. Debe prestarse especial atenci車n a los militares y los polic赤as, que requieren instrucciones a迆n m芍s precisas porque est芍n al frente de esas actividades de protecci車n. En realidad, las respuestas y los escenarios vinculados con la responsabilidad de proteger deben concebirse al inicio del proceso de formulaci車n del mandato de la misi車n, y no aguardar a que la misi車n est谷 en pleno funcionamiento.

Hoy d赤a el escenario pol赤tico internacional nos da impulso para poner en pr芍ctica todos los mecanismos que las Naciones Unidas y sus asociados puedan ofrecer. Los diplom芍ticos, los pol赤ticos, los acad谷micos, los funcionarios de las Naciones Unidas y los miembros de la sociedad civil deben tener presente en qu谷 consiste la responsabilidad de proteger y qu谷 pretende conseguirse con su aplicaci車n. Debe ser, sin lugar a dudas, algo m芍s que una etiqueta utilizada para salvaguardar los intereses de unos pocos pa赤ses. De hecho, la responsabilidad de proteger puede servir de instrumento para la prevenci車n y soluci車n de conflictos. Los profesionales y los pol赤ticos deben verla no solo como un nuevo concepto, sino como un marco de acci車n dirigido a prevenir las atrocidades en el futuro, es decir, como una oportunidad para demostrar el verdadero valor de este importante compromiso internacional y traducir en actos todo lo que la comunidad internacional ha venido afirmando durante los dos 迆ltimos decenios.

Por consiguiente, las Naciones Unidas deber赤an concentrar sus esfuerzos en la elaboraci車n de una matriz general dirigida a establecer un marco para escenarios de aplicaci車n de este principio. No se trata de redefinir conceptos existentes ni de recalcar su importancia. La responsabilidad de proteger a la poblaci車n civil es una prioridad y un desaf赤o, y debe ser un principio fundamental de las Naciones Unidas.

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La Cr車nica?ONU??no?constituye un registro oficial. Tiene el privilegio de acoger a los altos funcionarios de las Naciones Unidas, as赤 como a distinguidos colaboradores de fuera del sistema de las Naciones Unidas cuyas opiniones no son necesariamente las de las Naciones Unidas. Del mismo modo, las fronteras y los nombres que se muestran y las designaciones utilizadas en los mapas o en los art赤culos no implican necesariamente un apoyo o una aceptaci車n por parte de las Naciones Unidas.?