Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son un conjunto integral de metas que reconocen la interconexión de los seres humanos y el planeta que habitan, así como la dependencia del bienestar de las personas de un entorno saludable. Este reconocimiento quedó claramente patente con la pandemia de COVID-19, pues se piensa que el virus SARS-CoV-2 surgió de animales salvajes, a pesar de que la ciencia aún no ha determinado su origen y su vía de transmisión exactos.
Nuestra historia está marcada por la creciente dominación, transformación y manipulación del mundo natural por parte de los humanos. Los hábitats naturales se han ido reduciendo inexorablemente a medida que la población y sus asentamientos se han ido expandiendo. No obstante, con el nuevo milenio y las crisis emergentes del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y, ahora, la pandemia, los humanos están reexaminando y empezando a recalibrar su relación con la naturaleza.
Siempre ha habido poblaciones humanas que viven en mejor armonía con la naturaleza que las sociedades agroindustriales dominantes de la segunda mitad del siglo?XX. Ahora corresponde a todas las sociedades aprender a restaurar un equilibrio sano entre las personas y el planeta, sacando provecho tanto de los últimos hallazgos científicos, como de los conocimientos tradiciones de los pueblos indígenas.
Hemos crecido acostumbrados a la mejora de los niveles de vida, en muchos casos muy altos, que las revoluciones agroindustriales de la era moderna iban asumiendo. Es perfectamente comprensible que queramos mantener y mejorar estos logros materiales, pero en la actualidad nos enfrentamos a la posibilidad de que, a menos que encontremos nuevas formas de organizar nuestras economías y nuestras sociedades, veamos socavado gran parte del progreso conseguido a lo largo de siglos. Esto no solo se debe a la amenaza de un arrollador cambio climático, sino también a un abrupto empeoramiento de la salud y la diversidad de especies, así como de los ecosistemas en los que sobreviven y se desarrollan.
Vida salvaje en los tiempos de la COVID-19
La COVID-19 ha atajado cualquier duda relativa a la posible gran repercusión que puede tener el descuido de la salud de la vida salvaje y de los ecosistemas que la rodean. Nuestra invasión de zonas forestales para fines agrícolas y de construcción de asentamientos, así como la caza, la captura y el tráfico ilegal de especies salvajes y partes de ellas vuelven a estar bajo lupa.
No obstante, las presiones demográficas y urbanísticas sobre espacios naturales siguen siendo intensas en muchas partes del mundo, a pesar de que se han visto mitigadas en un cierto grado gracias a la creación y la gestión de áreas protegidas. El turismo salvaje en zonas de ?frica y otras partes del mundo también ha contribuido en gran medida al endurecimiento de las medidas de protección de la vida silvestre frente a determinados cazadores furtivos y una demanda culturalmente arraigada en ciertos mercados. Estas medidas no se han aplicado a toda la flora y la fauna salvajes ni a todos los hábitats, sino que se limitan sobre todo a especies icónicas. Por tanto, son necesarios otros medios para gestionar mejor las interacciones entre humanos y vida salvaje por el beneficio mutuo en otros lugares.
Una propuesta presentada recientemente por algunos miembros del Grupo de Especialistas en Salud de la Vida Silvestre de la Comisión para la Supervivencia de las Especies de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) es la creación de una Autoridad Mundial de Salud de la Vida Silvestre. El papel de esta autoridad sería "".
Del mismo modo, la comunidad internacional, liderada por la Organización Mundial de la Salud, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, la Organización Mundial de Sanidad Animal y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, y apoyada por un gran número de gobiernos, está planeado la creación de un consejo de expertos de alto nivel sobre?. El rol del consejo de expertos sería el de mejorar las bases científicas para la toma de decisiones políticas con el fin de hacer frente a desafíos sanitarios globales, comenzando por un reconocimiento de las interdependencias entre la salud de los ecosistemas, de la vida silvestre y de los animales domésticos, y la salud de los seres humanos.
Naturaleza y ODS
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible constituye un plan de acción integrado que surge de la comprensión de las interdependencias entre ser humano y naturaleza y de la importancia de un planeta sano para la continuidad del progreso humano, cuyo objetivo es sacar a todo el mundo de la pobreza y lograr una prosperidad compartida de aquí a 2030. Entre sus metas también se incluye la estabilización del clima terrestre, la ralentización y reversión de la pérdida de biodiversidad y la conservación y el uso sostenible de los recursos naturales renovables, incluidos los de nuestros vastos océanos, para el bienestar de las generaciones presentes y futuras.
A medida que los gobiernos y la comunidad internacional trabajan por el fin de la pandemia y el restablecimiento de unas economías estancadas, vamos comprendiendo mejor que la naturaleza debe integrarse en las medidas de inversión que se están adoptando como parte de los paquetes de recuperación. La reconstrucción de un mundo mejor debe tener plenamente en cuenta la naturaleza, la biodiversidad y el clima, así como hacer frente a las arraigadas desigualdades sociales que la pandemia ha puesto de manifiesto.
El Día Mundial de la Vida Silvestre nos recuerda la urgente tarea que nos ocupa de recalibrar la relación de la humanidad con la naturaleza con mayor armonía. Solo así podremos esperar lograr los ambiciosos objetivos de la Agenda 2030.
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