26 febrero 2010

El m¨ªo es un trabajo singular que me permite reunirme, en el lapso de pocas horas, tanto con un presidente como con una madre sin hogar. Y ambos me dijeron lo mismo.

Tres meses despu¨¦s del terremoto que devast¨® Hait¨ª, el Presidente Pr¨¦val me dio la bienvenida en sus oficinas de Puerto Pr¨ªncipe, un modesto edificio ubicado en el jard¨ªn de atr¨¢s del palacio presidencial en ruinas. De inmediato dijo que la educaci¨®n debe ser una piedra angular del esfuerzo internacional para reconstruir Hait¨ª. Sin eso, no hay futuro.
Poco despu¨¦s, visit¨¦ tiendas de campa?a donde viv¨ªan miles de familias desplazadas. Una madre, de delgada figura, hizo que su ni?o, de mirada vivaz y no m¨¢s de 8 a?os de edad, se acercara a m¨ª. "Quiere aprender", me dijo con calma e insistencia. "Dele la oportunidad".

Dos personas que ocupan posiciones muy distintas en la vida. Sin embargo cada una transmiti¨® un mensaje que escuch¨¦ una y otra vez durante los dos d¨ªas en que permanec¨ª all¨ª. Los haitianos quieren y necesitan nuestra ayuda. Pero cuando se trata de los trabajos de reconstrucci¨®n de Hait¨ª, quieren hacerlo por s¨ª mismos. Y ese trabajo empieza con la escuela.

La educaci¨®n es la clave para un trabajo digno, sobre todo en un pa¨ªs como Hait¨ª, donde el desempleo es elevado y los trabajos son escasos. Pero tambi¨¦n hay una realidad m¨¢s inmediata. Despu¨¦s del desastre, la escuela hace mucho m¨¢s que promover el aprendizaje: da a los ni?os un sentido de normalidad en medio del caos. Es el lugar que brinda seguridad y cobijo. Por encima de todo, ofrece esperanza para el futuro.

Cuando la gente vive casi en la desesperaci¨®n-- sin alimentos, remedios ni refugio --esas cosas importan m¨¢s que nunca. Es por eso que la misi¨®n de las Naciones Unidas en Hait¨ª, en estrecha colaboraci¨®n con el Gobierno y las organizaciones internacionales de asistencia, han trabajado para que se reabran las escuelas lo antes posible. Las madres y los ni?os son especialmente vulnerables. Despu¨¦s de pasar una tarde en un campamento y acompa?ar a una patrulla nocturna esa noche, conoc¨ª sus temores y frustraciones. Cuando llueve, el suelo se convierte en lodo. Las tiendas se derrumban y la gente no tiene un lugar seco para dormir. Y por supuesto, en los lugares oscuros suele haber violencia y violaciones.

Las Naciones Unidas han logrado adelantos para resolver todos esos problemas. Mi raz¨®n principal para ir a Hait¨ª fue obtener informaci¨®n actualizada sobre la situaci¨®n y nuestra respuesta. Pero a medida que nuestra atenci¨®n se aparta de la crisis inmediata para centrarse en la recuperaci¨®n a m¨¢s largo plazo, advert¨ª con claridad lo que se necesita por encima de todo: la autosuficiencia. Los haitianos que conoc¨ª lo expresaron de la mejor manera. "No queremos limosnas" grit¨® un grupo de j¨®venes desempleados en Leogane, el epicentro del terremoto, para desahogar su frustraci¨®n mientras yo visitaba su campamento. Sus familias hab¨ªan perdido la mayor parte de sus posesiones, pero su orgullo estaba intacto. "Dennos escuelas, nosotros nos encargaremos del resto".

Es un desaf¨ªo de enormes proporciones. Incluso antes del terremoto, las tasas de analfabetismo de Hait¨ª se encontraban entre las m¨¢s altas del hemisferio y las tasas de matriculaci¨®n entre las m¨¢s bajas. Dos adultos de cada cinco no sab¨ªan leer y menos de la mitad de los ni?os en edad escolar asist¨ªan a clases. Las cifras de la escuela secundaria eran a¨²n peores: menos del 2% de los ni?os terminan sus estudios.

El Gobierno de Hait¨ª tiene escaso control sobre esta situaci¨®n. La gran mayor¨ªa de las escuelas del pa¨ªs son de propiedad privada, y solo entre el 10% y el 15% son de propiedad del Estado, que no puede establecer normas ni vigilar su cumplimiento. En ¨²ltima instancia, Hait¨ª solo puede prosperar en la medida en que alimente a su gente, y a pesar de todas sus dificultades, nadie lo sabe mejor que los haitianos.

Comprendo muy bien sus sentimientos. En mi pa¨ªs natal, Tanzan¨ªa, nuestro presidente fundador fue conocido por el t¨ªtulo m¨¢s alto que pod¨ªamos otorgarle: "Maestro". El primer principio del Presidente Julius "Mwalimu" Nyerere era la autosuficiencia basada en la educaci¨®n, tanto para las ni?as como para los varones, un legado de igualdad entre los g¨¦neros que allan¨® el camino para mi propia carrera.

En la conferencia de donantes del mes pasado celebrada en Nueva York, la comunidad internacional recaud¨® casi 10.000 millones de d¨®lares para Hait¨ª. Esa enorme suma est¨¢ destinada a ayudar a financiar la "reinvenci¨®n" completa del pa¨ªs, para "reconstruir mejor", como dice el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon. Y la educaci¨®n es primordial.

Trabajando con el Gobierno haitiano y otros asociados, las Naciones Unidas tienen previsto un movimiento nacional para el aprendizaje. El objetivo es promover la inscripci¨®n en las escuelas de todos los ni?os y adolescentes de Hait¨ª. Hait¨ª necesita nuestra solidaridad. Eso significa muchas cosas: materiales de construcci¨®n, dispensarios de salud y medicamentos, sistemas de saneamiento, alimentos y combustible. Pero tambi¨¦n quiere decir las cosas que rebasan las necesidades inmediatas: lo necesario para la vida futura.

Libros, maestros y educaci¨®n, esas son algunas de las cosas que hacen falta, como lo dijeron claramente el Presidente Pr¨¦val y muchas madres. En ¨²ltima instancia, esas son las claves para una vida mejor y un futuro mejor. Un pueblo magn¨ªfico e inteligente como el de Hait¨ª no merece menos.

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