Mientras escribo este artículo, mi país, el Perú, se enfrenta a uno de los desastres naturales más graves de todos los tiempos. Debido a un fenómeno conocido localmente como El Ni?o, intensas corrientes oceánicas cálidas han causado fuertes lluvias en algunas partes del país, provocando inundaciones y desprendimientos de tierra que han afectado gravemente a la vida de más de 1 millón de personas.
Muchos afirman que este tipo de fenómenos naturales pueden verse agravados por el cambio climático, mientras que los escépticos dicen que todavía no hay datos suficientes que justifiquen esta afirmación. Sin embargo, actualmente todos deberíamos reconocer que la humanidad depende intrínsecamente del océano, y por tanto, que es nuestra obligación protegerlo. El océano es la principal fuente de vida del planeta. Suministra dos terceras partes del oxígeno que respiramos. Regula nuestro clima y nos proporciona seguridad alimentaria. La salud de los océanos garantiza la subsistencia y la supervivencia. Podríamos pensar que esta idea tan básica debería ser aceptada y predicada por todos, pero no es así.
Ya desde muy joven reparé en el gran desprecio que las personas mostraban por el océano. En 2007, yo era una estudiante universitaria de 22 a?os que investigaba las tortugas marinas amenazadas en el norte del Perú. Tras observar la creciente mortalidad de estas especies, me acerqué a las escuelas de las comunidades pesqueras para preguntar sobre las iniciativas emprendidas en materia de educación marina. Para mi sorpresa, el sistema educativo local no trataba este tipo de cuestiones.
Poco después, consciente de la urgente necesidad de conectar a las personas con el océano, fundé Planeta Océano, una organización sin fines de lucro que empodera a las comunidades costeras a través de la conservación marina, la investigación, la educación y el desarrollo económico sostenible. También establecimos la Red de Educadores Marinos, con más de 50 escuelas del Perú, para incorporar transversalmente las cuestiones relativas al medio marino en los sistemas educativos. A través de esta red hemos creado capacidad en las instituciones educativas, hemos impartido formación basada en juegos y hemos involucrado a miles de estudiantes en iniciativas dirigidas por jóvenes que tienen un impacto positivo en sus comunidades.
La red también proporciona a los jóvenes capacitación en materia de conservación marina, desarrollo de proyectos y liderazgo. Los participantes identifican los problemas ambientales locales y reciben apoyo técnico y económico para encontrar soluciones. Hasta la fecha, más de 400 jóvenes han participado en iniciativas dirigidas por ellos mismos, que van desde la reforestación de los manglares hasta la defensa de la pesca sostenible, entre otras.
Además de esta incubadora de jóvenes ecologistas, todos los programas de Planeta Océano han contado con la participación de los jóvenes. Los jóvenes actúan como "ciudadanos científicos" y aprenden a realizar investigaciones, a recopilar datos en pro de la ordenación pesquera y las especies amenazadas y a cómo ayudar a promover actividades económicas sostenibles como el ecoturismo. En Planeta Océano, los jóvenes comienzan como voluntarios, pero con el tiempo pueden acceder a puestos de liderazgo y contribuir en la gestión de las actividades, los proyectos y los programas. Los jóvenes pueden también participar en el dise?o de las estrategias y las agendas y movilizar a grupos de interesados como pescadores, escuelas, empresas y autoridades.
Este enfoque nos ha permitido llegar a más de 500.000 personas en el Perú y promover el desarrollo personal y profesional de cientos de jóvenes. Ha tenido un efecto multiplicador y ha generado un sentimiento de implicación en las comunidades locales, porque los mensajes provienen de los jóvenes miembros de la comunidad. Con ellos, estamos cambiando la percepción del medio marino. Estamos contribuyendo a lograr éxitos a nivel local como el de Josué Granda, el ni?o de 4 a?os que ayudaba a su hermana, voluntaria en nuestro programa de investigación sobre tortugas marinas, y que ahora, a los 14 a?os, lidera un popular grupo ecologista de su comunidad. Otra historia de éxito es la de Edgardo Cruz, el pescador que capturó una mantarraya y que luego se convirtió en embajador para la conservación de esta especie vulnerable. Los jóvenes se han convertido en agentes clave a la hora de lograr protección legal para las mantarrayas amenazadas, y entre otras actividades, presentan nuevas pruebas científicas en apoyo de la conservación de las tortugas marinas y los elasmobranquios.
Como joven emprendedora, mi trabajo con Planeta Océano me ha permitido comprobar el enorme potencial que tienen los jóvenes en la conservación y el desarrollo sostenible. Y me ha mostrado la importancia de contar con los jóvenes, no solo como participantes y colaboradores, sino también como verdaderos socios estratégicos.
Los jóvenes ofrecen soluciones creativas para los mayores desafíos del mundo1. Por tanto, aprovechar la juventud —una población de unos 1.800 millones de personas en todo el mundo—, su energía y su potencial de innovación y creatividad, resulta sumamente oportuno. A pesar de los objetivos mundiales que exhortan a intensificar los esfuerzos de conservación2, solo el 3% de los océanos del mundo está protegido3; la sobrepesca y la degradación de los ecosistemas ponen en peligro la seguridad alimentaria, y el aumento del nivel del mar amenaza el bienestar de las comunidades costeras. Pero los jóvenes siguen siendo uno de nuestros mayores recursos sin explotar para promover la agenda para la conservación del medio marino en todo el mundo.
En este sentido, es imprescindible ampliar la formación sobre el medio marino para aprovechar el potencial de los jóvenes. La formación en las cuestiones relativas al medio marino puede proporcionar a los jóvenes las competencias, las herramientas y las perspectivas necesarias para su conservación.
Sin embargo, si queremos implicar a los jóvenes en la conservación marina, necesitamos también un cambio sistémico más general. Por ejemplo, habría que incorporar el liderazgo y el asesoramiento de los jóvenes en las instituciones locales, nacionales e internacionales, intensificar la relación entre los jóvenes y las partes interesadas pertinentes y aumentar la financiación para los líderes juveniles competentes. Además, debemos implicar a comunidades enteras —mujeres, maestros, pescadores y ni?os— en todas las etapas de los procesos de dise?o, aplicación y seguimiento de las medidas de gestión y conservación.
Han pasado diez a?os desde que mi equipo y yo comenzamos a trabajar en el ámbito de la conservación marina. Haciendo balance, reconozco el impacto que han tenido la educación, las alianzas y el apoyo en nuestro rápido desarrollo profesional y en nuestra comunidad. Del mismo modo, implicar a más jóvenes y a un mayor número de comunidades locales puede promover un cambio positivo, ayudar a superar los desafíos ambientales y promover estrategias eficaces para la conservación en todo el mundo.
Además, al involucrar a los jóvenes y a las comunidades costeras, podemos unir más a las personas, fomentar la buena ciudadanía, la paz y un sentimiento de orgullo, y en última instancia, construir comunidades de optimismo y esperanza. Esto es exactamente lo que la conservación marina y nuestro mundo necesitan.
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Notas
1????? Para obtener más información sobre las iniciativas juveniles, véase el sitio web de YouthActionNet. Disponible en . Para obtener más información sobre jóvenes emprendedores, véase el sitio web de Forbes. Disponible en .
2????? Louisa J. Wood y otros, "Assessing progress towards global marine protection targets: shortfalls in information and action", Oryx, vol. 42, núm. 3 (julio de 2008), págs. 340 a 351.
3????? Para obtener más información, véase el Atlas de las Zonas Marinas Protegidas. Disponible en .
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