26 febrero 2010

Nunca olvidar¨¦ el momento en que un terremoto sacudi¨® Dodoma en 2002, cuando era parlamentaria de Tanzan¨ªa, mi pa¨ªs. No sab¨ªa como reaccionar ante los temblores, pero instintivamente corr¨ª al exterior. Afortunadamente, los temblores causaron da?os m¨ªnimos, pero me hicieron sentir de una manera sumamente personal cu¨¢l fr¨¢giles somos. El terremoto que asol¨® Hait¨ª trajo v¨ªvidamente estos recuerdos, y sent¨ª una gran solidaridad con mis muchos colegas y el pueblo de Hait¨ª, tan afectados por el terremoto.

Para muchos m¨¢s millones de personas de todo el mundo, la tragedia caus¨® un profundo sentimiento de solidaridad que dio paso a una generosa asistencia. Este momento de solidaridad es tambi¨¦n un momento para reflexionar acerca de los efectos de los desastres en todo el mundo, el papel de las Naciones Unidas y nuestra responsabilidad com¨²n de responder, no solo a las necesidades inmediatas, sino tambi¨¦n a las necesidades para el futuro sostenible de los supervivientes.

Demasiado a menudo, los m¨¢s afectados son mujeres y ni?os. En busca de refugio, las madres caminan grandes distancias llevando a sus hijos en brazos y sus posesiones en la cabeza, con el cuello hinchado a causa de la presi¨®n. Las familias quedan divididas. Los ni?os que son demasiado peque?os para comprender lo que est¨¢ pasando suelen separarse de sus padres en el caos.

Cuando las atribuladas mujeres llegan a los campamentos organizados por los organismos de ayuda suelen encontrar la misma divisi¨®n desfavorable del trabajo que han sufrido durante mucho tiempo. Todav¨ªa son responsables por la salud y el bienestar de sus familias, pero ahora en circunstancias much¨ªsimo peores.

Ante las condiciones m¨¢s dif¨ªciles, las mujeres luchan por encontrar refugio, ropa y alimentos para su c¨ªrculo vulnerable de seres queridos. Esto significa a menudo que deben adentrarse en territorio desconocido donde est¨¢n expuestas a nuevos riesgos, desde robos a abusos sexuales.

Quiz¨¢s los supervivientes que afrontan m¨¢s dificultades son las madres debilitadas por lesiones asociadas con el parto. Intenten imaginar por un segundo que son una mujer embarazada que no solo teme por su vida sino tambi¨¦n por la vida fr¨¢gil que se ha desarrollado en su interior.

Las historias desgarradoras de mujeres embarazadas en situaciones de desastre-- que dan a luz en autom¨®viles y tiendas de campa?a, en bancos de los parques y en el suelo, sin agua y mucho menos sin atenci¨®n m¨¦dica --son un triste recordatorio de que el ciclo de vida no se desacelera o se detiene solo porque se produce un desastre. Es inaceptable que la funci¨®n de dar vida se convierta repentinamente en una funci¨®n que amenaza la vida de las mujeres.

El Fondo de Poblaci¨®n de las Naciones Unidas estima que 63.000 mujeres embarazadas haitianas dar¨¢n a luz despu¨¦s del terremoto. Nos apresuramos para protegerlas, ya que la generaci¨®n de ni?os que traer¨¢n al mundo heredar¨¢ el futuro del pa¨ªs. El Secretario General ha demostrado un gran liderazgo; despu¨¦s del terremoto actu¨® r¨¢pidamente para movilizar la familia de las Naciones Unidas y a la comunidad internacional y ayudar al pueblo de Hait¨ª en estos dif¨ªciles momentos.

Despu¨¦s de un desastre, la poblaci¨®n padece grandes sufrimientos, pero hay muchas medidas que pueden adoptarse para prevenir y reducir sus efectos. Debemos prestar especial atenci¨®n a las necesidades de las mujeres y sus hijos cuando planificamos las actividades. ?Por qu¨¦ agrupamos a las mujeres y los ni?os? Porque cuando una madre sufre, tambi¨¦n sufren sus hijos.

Si una madre tiene hambre, no puede amamantar a sus hijos. Si una madre carece de refugio, sus hijos deben dormir al aire libre. Si una madre debe ir a buscar le?a o agua, sus hijos la acompa?an. Y si una madre es atacada, sus hijos pueden tambi¨¦n sufrir la violencia o bien el golpe invisible pero no menos traum¨¢tico de presenciar una experiencia terrible.

Quiz¨¢s nunca podremos erradicar los desastres naturales pero, con una buena prevenci¨®n y una atenci¨®n especial a las necesidades de las mujeres y los ni?os, podremos contribuir en gran medida a reducir sus efectos.
Si podemos imaginar el miedo de una futura madre, tambi¨¦n podremos prever un mundo en el que la planificaci¨®n y una atenci¨®n especial a las necesidades de estas madres, as¨ª como el cuidado de sus hijos, sienten las bases para que los partos tengan lugar con el menor riesgo posible, incluso en condiciones de emergencia.

Si entendemos las necesidades especiales de las mujeres, podemos tomar medidas para atenderlas. Lo esencial es ver los desastres en todas sus dimensiones, y prevenir sus efectos y responder a ellos lo m¨¢s ampliamente posible. Esto requerir¨¢ incorporar una perspectiva de g¨¦nero en la fase de planificaci¨®n. Los desastres exigen que proporcionemos no solo alimentos, sino atenci¨®n m¨¦dica, educaci¨®n y medios para un futuro productivo.

Estos son algunos de los elementos cr¨ªticos del tipo de reconstrucci¨®n que intentamos promover en Hait¨ª, cuyo pueblo ha sufrido tantos males seguidos. Debemos ayudarlo a reconstruir una sociedad con una mayor capacidad de recuperaci¨®n que antes del terremoto.

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