Nuestro mundo se enfrenta a un enemigo com¨²n: el COVID-19.
Este virus no entiende de nacionalidad ni de etnia, facci¨®n o fe. Ataca a todos, sin tregua.
Mientras tanto, los conflictos armados contin¨²an en todo el mundo.
Los m¨¢s vulnerables ¡ªlas mujeres y los ni?os, las personas con discapacidad, las personas marginadas y desplazadas ¡ªpagan el precio m¨¢s elevado.
Tambi¨¦n son quienes tienen un mayor riesgo de sufrir devastadoras p¨¦rdidas por el COVID-19.
No olvidemos que en los pa¨ªses devastados por la guerra ha habido un colapso de los sistemas de salud.
Los profesionales de la salud, ya escasos, han sido con frecuencia atacados.
Los refugiados y otras personas desplazadas por conflictos violentos son doblemente vulnerables.
La agresividad del virus ilustra la locura de la guerra.
Necesitamos poner fin al mal de la guerra y luchar contra la enfermedad que est¨¢ devastando nuestro mundo.
Por eso, hoy pido un alto al fuego mundial inmediato en todos los rincones del mundo.
Es hora de ¡°poner en encierro¡± los conflictos armados, suspenderlos y centrarnos juntos en la verdadera lucha de nuestras vidas.
A las partes beligerantes les digo:
Cesen las hostilidades.
Dejen de lado la desconfianza y la animosidad.
Silencien las armas; detengan la artiller¨ªa; pongan fin a los ataques a¨¦reos.
Es crucial que lo hagan.
Para ayudar a crear corredores a fin de que pueda llegar la ayuda vital.
Para abrir oportunidades de valor incalculable para la diplomacia.
Para llevar esperanza a los lugares m¨¢s vulnerables al COVID-19.
Inspir¨¦monos en las coaliciones y el di¨¢logo que poco a poco van tomando forma entre las partes rivales para permitir nuevas formas de hacer frente al COVID-19. Pero no solo eso; necesitamos mucho m¨¢s.
Necesitamos poner fin al mal de la guerra y luchar contra la enfermedad que est¨¢ devastando nuestro mundo.
Y esto empieza poniendo fin a los enfrentamientos en todas partes. Ahora.
Eso es lo que la familia que somos la humanidad necesita, ahora m¨¢s que nunca.