Podemos afirmar que 2020 ha sido el a?o más desestabilizador y difícil de las últimas décadas. La aparición de la COVID-19 y su propagación gradual por todo el mundo han provocado una gran conmoción social y económica. En menos de 12?meses, cerca de 70?millones de personas se han infectado y, lamentablemente, más de 1,6?millones han fallecido debido a la pandemia de coronavirus.1?Las pérdidas económicas han sido asombrosas, y es que las restricciones impuestas para contener el virus frenaron la actividad económica, provocando la recesión más grave desde la Gran Depresión, una situación de desempleo masivo en muchos países y grandes costes sociales que, en la mayoría de los casos, tardaremos a?os en superar.
A pesar de estas terribles adversidades, la pandemia también nos ha demostrado que el mundo está mejor preparado para responder a una amenaza global que nunca antes. Bajo los auspicios de entidades académicas y profesionales que prestan asesoramiento científico y técnico fiable, se han desarrollado estrategias locales y nacionales para combatir el virus, las cuales también se han beneficiado de asistencia constante de instituciones multilaterales que promueven políticas sólidas basadas en evidencias y del respaldo de un público más informado y comprometido. Sin estos tres elementos, las consecuencias de la pandemia habrían sido aún más devastadoras.
Este difícil e incluso abrumador a?o nos ha servido para recordarnos nuestra dependencia última del entorno físico. Nos ha confirmado el valor de la ciencia como nuestro instrumento más fiable para comprender y vencer amenazas naturales. Nos ha demostrado que la cooperación es la única vía para abordar desafíos que traspasan fronteras.
El a?o 2020 también nos debería servir como llamada de atención para que las personas, las comunidades y las naciones se despierten frente a otra amenaza a la humanidad igual de grave y urgente: el cambio climático. Recientes informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) han puesto de manifiesto que el mundo sigue avanzando hacia una severa crisis climática de consecuencias imprevisibles. La implacable acumulación de gases de efecto invernadero está provocado un aumento constante de las temperaturas globales y una lenta pero aparentemente inexorable disrupción de los patrones climáticos de todo el mundo.
Para los que formamos parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) era imperativo no permitir que la crisis sanitaria entorpeciera la acción climática multilateral. En medio de la pandemia, seguimos trabajando activamente, haciendo un uso intensivo de la tecnología para proseguir con negociaciones vitales, celebrando reuniones y deliberaciones de cuerpos técnicos y promoviendo compromisos y acuerdos.
Por encima de todo, el 2020 ha sido un a?o de ambición reforzada. Esto se ha traducido en una concienciación sobre el impacto limitado de algunos compromisos previos, que no alcanzarían el objetivo global de evitar un aumento en la temperatura media global por encima de 1,5??C. También fue necesario instar a cada comunidad, cada empresa y cada país a hacer mucho más y más rápidamente para reducir las emisiones y asegurar una mejor preparación y una mayor resiliencia para los a?os y décadas por venir.
La pandemia de COVID-19 ha ofrecido al mundo una oportunidad inesperada de revaluar compromisos anteriores, reajustar políticas previas y redirigir los recursos que tenemos a nuestra disposición para que sean coherentes con nuestro objetivo primordial de detener el calentamiento global. En los últimos meses, los gobiernos y las instituciones financieras han canalizado billones de dólares para promover la recuperación de las economías nacionales y regionales. Es absolutamente necesario que todas las inversiones orientadas a revitalizar las actividades económicas lo hagan de formas que fomenten una renovación económica limpia, verde y sostenible. Así pues, la crisis socioeconómica más grave en casi un siglo podría servir, paradójicamente, como punto de inflexión en los esfuerzos globales de la lucha contra el cambio climático, impulsando acciones a una escala sin precedentes y acelerando el cambio transformador que el mundo necesita desesperadamente.
El próximo a?o en Glasglow, Escocia, la comunidad internacional tendrá una nueva oportunidad de demostrar su compromiso con la intensificación de las acciones por el clima. No se trata únicamente de un objetivo importante por sí solo, sino que también es un elemento esencial de la recuperación pos-COVID-19. Permitiría, asimismo, mejorar la credibilidad del multilateralismo en general y del proceso del cambio climático en particular. En la 26??Conferencia de las Partes en la CMNUCC (COP?26), también conocida como Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, los gobiernos deben dar fe de que están listos y dispuestos a cumplir con los compromisos expresados en la COP?21 de 2015 en París. Es un paso esencial para fortalecer y restablecer la confianza entre las partes y otros colaboradores, pero no es suficiente. Aún necesitamos aumentar el nivel de ambición.
Tenemos objetivos globales ambiciosos que exigen compromisos nacionales firmes, y necesitamos niveles mucho más altos de ambición de parte de las naciones individuales para alcanzar estas metas. Si todavía no lo han hecho, los países deben presentar lo antes posible sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (CDN) revisadas o nuevas y sus estrategias a largo plazo para un desarrollo bajo en emisiones. En ellas se debe hacer gala de un aumento significativo de la ambición climática para contribuir sustancialmente a la reducción de los gases de efecto invernadero con arreglo a los objetivos acordados en París.
Todo ello exige un liderazgo decidido y audaz, no solo de parte de los gobiernos, sino también del sector privado y la sociedad civil. El cambio climático es, probablemente, la acción colectiva más compleja de gran alcance jamás emprendida por la comunidad internacional. El éxito es posible si nos las arreglamos para aunar conocimientos científicos y voluntad política, intereses nacionales y cooperación internacional.
En las últimas cinco décadas, la humanidad ha progresado colectivamente de manera significativa para superar algunos de sus mayores desafíos, como la reducción de la pobreza extrema, la erradicación de enfermedades importantes, el impulso de los niveles de vacunación, la mejora del acceso a la educación para mujeres y ni?os, la reparación de la capa de ozono, etc. Cuando nos lo proponemos, nuestra capacidad de realizar un cambio positivo no tiene límites.
A pesar de la magnitud de los retos a que se enfrenta la humanidad, estos días podrían representar el inicio de un momento transformador en nuestra historia, un momento crucial que nos aparte de la explotación insostenible de los recursos de la Tierra hacia un futuro inocuo para el clima, más sostenible e igualitario.
Notas
1Organización Mundial de la Salud, "Weekly epidemiological update - 15 December 2020", Actualizaciones de la situación de emergencia. Disponible en? (solo disponible en inglés)?(último acceso el 18 de diciembre de 2020).
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