La respuesta mundial frente al SIDA está en peligro. Las desigualdades constituyen una amenaza para todos nosotros.
La enfermedad se cobra una vida cada minuto. El mundo no está en vías de poner fin al SIDA. Millones de vidas están en juego.
En 2021 se produjo?la .1?De hecho, en 38 países de todo el mundo se registra un incremento de nuevas infecciones por este virus. El a?o pasado, 1,5 millones de personas contrajeron el VIH, un millón más de lo que marcan los objetivos mundiales.
Las crisis coincidentes de la pandemia de COVID-19, la guerra en Ucrania y las repercusiones económicas de ambas han afectado a los servicios e incrementado los riesgos.
Sin embargo, el problema más grave es que el mundo no ha abordado adecuadamente las desigualdades que impulsan la pandemia de SIDA. Podemos poner fin al SIDA, pero solo lo lograremos si los líderes abordan con valentía las desigualdades que impiden el avance en este terreno.
Una de las desigualdades más duras se da en el acceso al tratamiento para ni?os y adultos. A escala mundial, solo el 52?% de los ni?os que viven con VIH están siguiendo un tratamiento que les salvará la vida, un porcentaje muy inferior al de los adultos que reciben antirretrovirales (76?%). Esta disparidad tiene consecuencias mortales. En 2021, los ni?os solo representaban el 4 % de toda la población que vive con VIH, pero suponían el 15 % de todas las muertes relacionadas con el SIDA. Cerrar la brecha en el tratamiento para ni?os salvará vidas.
Una segunda desigualdad peligrosa tiene lugar en el acceso a la educación. A escala mundial, una adolescente o mujer joven contrae actualmente el VIH cada dos minutos. La crisis de la COVID-19 interrumpió los servicios y la educación, lo que abre la posibilidad de que millones de ni?as no regresen nunca a las aulas. Además, un repunte de los embarazos en adolescentes y la violencia por razón de género sitúa a muchas ni?as en un mayor riesgo de contraer el VIH.?Seis de cada siete nuevas infecciones por VIH entre la población adolescente del ?frica Subsahariana se dan entre las ni?as. El factor determinante es el poder. Permitir que las ni?as sigan escolarizadas hasta que finalicen la educación secundaria?. se consiguen mejores resultados en la reducción de nuevas infecciones por VIH entre las adolescentes y las mujeres jóvenes.?El riesgo se reduce todavía más cuando se acompa?a de un paquete de apoyo al empoderamiento. Debemos poner fin a las dinámicas de poder que hacen que las ni?as sean más vulnerables al VIH.
Es fundamental que todos los ni?os, incluidos aquellos que hayan abandonado el colegio desde el comienzo de la pandemia de COVID-19 y los que no estaban escolarizados incluso antes de la crisis, tengan la oportunidad de cursar estudios secundarios completos que incluyan una educación sexual integral y un empoderamiento de las ni?as. Sin embargo, la educación y la sanidad son algunos de los sectores que han sufrido mayores recortes presupuestarios ante los retos fiscales que afrontan actualmente los países. Por este motivo, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF); la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO); el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA); la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU-Mujeres) y el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (ONUSIDA), junto con gobiernos, la sociedad civil y asociados internacionales, codirigen la ?. Esta iniciativa apremia a los líderes a acelerar las acciones y las inversiones necesarias para garantizar que todas las ni?as africanas puedan acudir a la escuela y se mantengan fuertes y seguras.
Una tercera desigualdad que impide que se ponga fin al SIDA corresponde al cumplimiento de los derechos humanos.?, lo que provoca que las personas tengan miedo de acudir a centros donde pueden recibir servicios de prevención, pruebas y tratamiento que podrían salvarles la vida y romper el ciclo de la infección.
Las leyes punitivas y discriminatorias lastran la respuesta al SIDA. Los hombres homosexuales y otros hombres que mantienen sexo con hombres tienen 28 veces más riesgos de contraer el VIH que los hombres adultos de entre 15 y 49 a?os en la población general. Las personas que se inyectan drogas tienen 35 veces más riesgo de adquirir el VIH que aquellos adultos que no lo hacen. Las trabajadoras sexuales tienen 30 veces más riesgo que las mujeres adultas en la población general. Las mujeres transgénero tienen 14 veces más riesgo que otras mujeres adultas. Con demasiada frecuencia, las decisiones políticas agravan las desigualdades: Los países que criminalizan a poblaciones clave han avanzado menos en garantizar que dichas personas conozcan su situación y reciban un tratamiento eficaz con antirretrovirales que aquellos que evitan posturas criminalizadoras.
Para vencer al SIDA es necesario que los gobiernos concedan importancia a los derechos y la dignidad de todas las personas. La descriminalización salva y cambia vidas.
Una cuarta desigualdad peligrosa se da en el acceso a los medicamentos. Es necesario obtener los nuevos medicamentos antirretrovirales de acción prolongada, que facilitan el tratamiento y la prevención del VIH para personas que viven en países de ingreso bajo y mediano, a la vez que dichos medicamentos comienzan a administrarse en los países ricos. Debemos asegurar que todos los medicamentos que pueden evitar la muerte de personas que viven con VIH sean producidos por varios fabricantes de manera asequible, especialmente en el Sur Global, donde se concentra la enfermedad. Para ello se requiere financiación y una reforma de las normas fallidas de propiedad intelectual, así como apoyo para una producción que pueda distribuirse en todo el mundo, de manera que el acceso a la ciencia que salva vidas deje de depender del pasaporte de las personas.
Una quinta desigualdad peligrosa se produce en el acceso a los recursos. La solidaridad se ha estancado justo cuando el apoyo internacional ha sido más necesario. La asistencia internacional al desarrollo para el VIH por parte de donantes bilaterales distintos de Estados Unidos se ha desplomado un 57?% en los diez últimos a?os. Los recursos nacionales e internacionales necesarios para poner fin al SIDA en 2030 están cada vez más amenazados. En 2021,??a la cantidad necesaria. La financiación nacional para la respuesta al VIH en países de ingreso bajo y mediano se ha reducido por segundo a?o consecutivo. La guerra en Ucrania ha disparado los precios mundiales de los alimentos, lo que agrava la inseguridad para las personas que viven con VIH en todo el mundo e incrementa sustancialmente las probabilidades de que sufran interrupciones en sus tratamientos. La infrafinanciación de la respuesta al VIH está intensificando las desigualdades y lastrando la capacidad de encarrilar la respuesta.
Las comunidades de todo el mundo instan a los líderes a igualar el acceso al tratamiento, la prevención y los servicios sanitarios para el VIH, abordando la desigualdad de género y la masculinidad tóxica; cerrando la brecha en los tratamientos para ni?os y adultos; eliminando leyes discriminatorias y punitivas, y garantizado que todas las personas tengan acceso a la mejor ciencia y la mejor medicina, y que la respuesta al SIDA cuente con plenos recursos.
Las desigualdades están impidiendo que se ponga fin al SIDA. Sin embargo, no son una fatalidad. Sabemos qué es lo que funciona. Con valentía y cooperación, los líderes políticos pueden superarlas.
Podemos acabar con el SIDA en 2030 si logramos la IGUALDAD.?
Obtenga más información en??y conéctese con UNAIDS en?,?,??y?.
Nota
1Salvo que se indique otra cosa, todos los datos que figuran en este artículo pueden encontrase en el informe?IN DANGER: UNAIDS Global AIDS Update 2022?de ONUSIDA (Ginebra: Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida), 2022. Licencia: CC BY-NC-SA 3.0 IGO. Disponible en:?
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