27 diciembre 2021

La COVID-19, por terrible que haya sido, está lejos de ser la peor pandemia imaginable causada por una enfermedad infecciosa. Hace cien a?os, el mundo sufrió una pandemia de gripe debida a un virus que era de cuatro a cinco veces más letal que el responsable de la COVID-19. Y solo en este siglo ya ha habido dos brotes epidémicos (SARS y MERS) provocados por dos coronavirus que son, respectivamente, unas 20 y 70 veces más letales que el SARS-CoV-2.? Lo único que evitó una catástrofe de proporciones insondables fue que no tenían la capacidad de transmisión del virus de la COVID-19.

Las vacunas son la principal herramienta con la que las sociedades modernas contrarrestan las amenazas de las enfermedades infecciosas. Son nuestra arma más poderosa contra el riesgo de pandemia y serán cruciales en cualquier respuesta futura. Cuanto antes se desarrolle y se administre una vacuna eficaz, más rápidamente se podrá contener y controlar una pandemia incipiente.?

La aspiración de la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI) es que el mundo sea capaz de responder a la próxima ?enfermedad X? con una nueva vacuna en tan solo 100 días. Es decir, algo más de tres meses para neutralizar la amenaza de un patógeno con potencial epidémico. Con un mejor sistema de vigilancia que permita una detección y una alerta rápidas y con la aplicación oportuna y eficaz de medidas no farmacéuticas, lograr una vacuna en solo 100 días ofrecería al mundo la oportunidad de sofocar la amenaza existencial de un futuro virus pandémico.

La X de ?enfermedad X? representa todo lo que desconocemos. Es una enfermedad nueva, de la que sabremos muy poco cuando aparezca por primera vez: puede (o no) ser mortal o muy contagiosa, y puede llegar a ser (o no) una auténtica amenaza para nuestra forma de vida. Tampoco sabemos cuándo o cómo cruzará la frontera vírica entre especies para infectar a las personas. Lo que sí sabemos es que la próxima ?enfermedad X? se aproxima y debemos estar preparados.

Prepararse para prevenir

Antes de la aparición del SARS-CoV-2, el récord anterior en desarrollo de vacunas lo ostentaba una vacuna viva atenuada contra las paperas que se obtuvo en poco menos de cinco a?os. En comparación, los 326 días que pasaron desde la identificación del SARS-CoV-2 hasta la autorización de una vacuna anti-COVID-19 para uso de emergencia representaron un salto cuántico. Ajustando los plazos y acortando las etapas durante todo el desarrollo y replanteando la forma de determinar la seguridad y la eficacia de las vacunas como respuesta a una emergencia, es absolutamente factible reducir ese plazo a 100 días.

Lo esencial es estar debidamente preparados.

Desde el punto de vista científico, se trata de realizar avances en todas las fases del ciclo de preparación para una pandemia, desde el momento de la identificación del nuevo patógeno hasta un rápido prototipado de una vacuna candidata, pasando por la evaluación y la autorización de esa vacuna para que pueda llegar a los brazos de las personas en riesgo.

Desde el punto de vista económico, se trata de estar preparados para realizar grandes y arriesgadas inversiones para agilizar la construcción de nuestras defensas contra las amenazas emergentes, incluso aunque la inversión pueda no ser rentable.

Desde el punto de vista político, se trata de reconocer la oportunidad científica, aceptar la obligación moral de intentarlo y, lo que es de crucial importancia, hacer llegar la vacuna a todo el mundo, no solo a quienes tienen la gran suerte de haber nacido en países ricos.

La próxima ?enfermedad X?: la cuestión no es ?si? aparecerá, sino ?cuándo?

Los patógenos emergen y reemergen continuamente, desde la viruela del mono humana y la malaria resistente a los medicamentos hasta la fiebre tifoidea y la peste negra o los mortíferos virus del Nipah y del MERS, pasando por las temibles cepas de gripe aviar y los virus del Zika y del chikungu?a transmitidos por mosquitos. No todas las nuevas enfermedades tienen potencial pandémico, pero la próxima que sí lo tenga puede ser tan grave como la COVID-19, o incluso peor.

Se conocen actualmente unos 260 virus —pertenecientes a unas 25 familias víricas— con capacidad de infectar a los humanos. Siendo realistas, no podemos crear nuevas vacunas individuales contra varios centenares o más de amenazas potenciales o emergentes, por no hablar de los más de 1,6 millones de especies de virus aún no descubiertas que puede haber en huéspedes de mamíferos o de aves, pero sí podemos desarrollar vacunas contra prototipos de estas amenazas. En otras palabras, podemos concentrar nuestros esfuerzos en patógenos que ejemplifiquen algunas o todas las peores características de una determinada familia de virus.

Dr. Richard Hatchett. ??CEPI

En muchos sentidos, la COVID-19 es una prueba de concepto de la estrategia basada en una ?vacuna prototipo? para el desarrollo rápido de vacunas contra nuevas amenazas víricas.

Varios a?os antes de la aparición del SARS-CoV-2, los científicos ya trabajaban en vacunas contra los virus del MERS y del SARS, patógenos de la misma familia de virus que el que causa COVID-19. Los conocimientos obtenidos les permitieron cambiar de rumbo rápidamente y responder al nuevo virus con una inusitada rapidez, preparando el terreno para el esfuerzo sin precedentes que supuso el desarrollo de vacunas contra la COVID-19.?

También fueron importantes, en la historia del desarrollo de la vacuna contra la COVID-19, los extraordinarios avances en tecnología de vacunas que dieron fruto precisamente en el momento adecuado.

Durante a?os, antes de la aparición del SARS-CoV-2, los científicos habían estado perfeccionando las denominadas plataformas de respuesta rápida para fabricar vacunas mediante una técnica modular denominada plug-and-play. Algunas usaban la tecnología de ARNm y otras, como ChAdOx de la Universidad de Oxford, empleaban vectores virales. Gracias a estos trabajos, cuando la ?enfermedad X? surgió y se identificó como infección por SARS-CoV-2, los fabricantes de vacunas pudieron acoplar modularmente una región del genoma del nuevo coronavirus que desencadenaría una respuesta inmunitaria.?

Con objeto de ayudar al mundo a prepararse para prevenir futuras pandemias, la propuesta de la CEPI es que los científicos creen una serie de vacunas candidatas para cada familia de virus y, a continuación, seleccionen unas pocas como prototipos que se someterán a rigurosos ensayos científicos, incluyendo estudios de seguridad y posología en humanos.

De este modo, cuando un nuevo virus emergente cruce la frontera entre especies —y no se trata en absoluto de ?si? sucederá, sino de ?cuándo?—, habremos acumulado una enorme cantidad de información sobre la seguridad y la inmunogenicidad tanto de la tecnología de plataforma plug-and-play como de los antígenos de virus estrechamente relacionados (si no exactamente identificables) con la ?enfermedad X?.

En última instancia, la ventaja de tiempo conseguida mediante los sistemas de vigilancia mundial y los programas de detección y alerta rápidas, junto con las medidas de contención ya conocidas, debería comportar que el número de casos de cualquier nuevo brote de la ?enfermedad X? fuese relativamente peque?o. Con una gran biblioteca de conocimientos acumulados, la inserción de una secuencia genética de una nueva y amenazadora ?enfermedad X? nos daría una ventaja de meses para contener no solo el brote y el nuevo virus, sino fundamentalmente su potencial pandémico.

Invertir ahora para ahorrar después

Si hay algo que hemos descubierto durante la crisis de la COVID-19, es que las pandemias son tremendamente caras. A finales de 2025, cinco a?os después del inicio de la pandemia, se prevé que la COVID-19 habrá costado al mundo 28 billones de dólares. El coste humano es algo que nunca podremos cuantificar, pero sus consecuencias se harán notar sin duda durante generaciones.

Pero estar debidamente preparados no resulta barato. Crear una biblioteca de vacunas podría implicar el desarrollo de hasta 100 prototipos vacunales para garantizar que el banco de conocimientos fuera capaz de ayudarnos a cubrir casi cualquier amenaza. Es una tarea ardua, pero no infinita, y además es totalmente factible si los gobiernos y el sector farmacéutico trabajan juntos. La CEPI, por su lado, ha creado un plan antipandemias de 3.500 millones de dólares que prevé iniciar y coordinar la creación de la biblioteca de vacunas a lo largo de los próximos cinco a?os. En comparación con el impacto económico de billones de dólares que ha tenido la COVID-19, este plan antipandemias, con un coste de 3.500 millones de dólares, no constituye solo una inversión rentable, sino que es exactamente lo que el mundo necesita para garantizar que nuestros hijos e hijas no tengan que volver a enfrentarse a las pérdidas y dificultades que la COVID-19 nos ha infligido.

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