Tendencia mundial en el rendimiento de la producción mundial de la pesca de captura y la acuicultura desde 1950. Fuente: Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, El estado mundial de la pesca y la acuicultura 2016: contribución a la seguridad alimentaria y la nutrición para todos (FAO-SOFIA 2016), pág. 3.
Se ha escrito mucho y desde distintos puntos de vista sobre si las pesquerías son actualmente sostenibles y, en la medida en que no lo son, sobre las medidas que deben adoptarse para lograr su sostenibilidad. En el informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), titulado El estado mundial de la pesca y la acuicultura 2016 (SOFIA)1, se incluyen dos figuras que indican que, aunque todavía existen pesquerías no sostenibles, no son la regla. El volumen total de la pesca de captura a nivel mundial ha permanecido estable durante tres decenios (Figura 1, [inclúyase si está disponible]), y la proporción de poblaciones de peces evaluadas clasificadas como sobreexplotadas ha aumentado solo marginalmente durante el mismo período (Figura 2, [inclúyase si está disponible]).
La proporción de poblaciones de peces clasificadas como sobreexplotadas sigue estando alrededor del 30% desde la década de 1990, por lo que sigue siendo necesario avanzar hacia la sostenibilidad de todas las pesquerías. También es necesario vigilar que la pesca actualmente sostenible no alcance niveles insostenibles. Una opción consistiría simplemente en reducir la explotación. Reducir la presión sobre la pesca permitiría recuperarse a las poblaciones sobreexplotadas y aumentaría la resiliencia de las pesquerías sostenibles a presiones como el cambio climático, la contaminación oceánica y otros factores. Algunas propuestas de las metas para la protección de los océanos promueven estas estrategias, como el llamamiento a clasificar el 30% de los océanos en zonas marinas protegidas en las que no se permita el uso de los recursos extractivos2.
El enfoque de la reducción de la explotación podría considerarse apropiado si el único criterio de sostenibilidad fuera el estado de las poblaciones explotadas y de los ecosistemas que las albergan. Sin embargo, esto no es así. La pesca tiene como objetivo proporcionar beneficios económicos de las ventas en el mercado, medios de subsistencia a los que participan en la actividad, y sobre todo, alimento para las personas. Debemos garantizar la sostenibilidad de la pesca en todos sus aspectos —ecológico, económico y social—. Aparte de en algunos casos raros y excepcionales generalmente asociados a una grave sobrepesca, la mera reducción de la explotación tendría resultados sociales y económicos insostenibles incluso aunque aumentaran las poblaciones de peces elegidas.
Si el único impacto de la reducción de la pesca para lograr una mayor sostenibilidad ecológica fuera de orden financiero, las políticas económicas y las medidas relacionadas con los mercados podrían mitigar algunos de los efectos negativos sobre los ingresos. Los inversores se mostrarían reacios a realizar nuevas inversiones de capital que contribuirían al exceso de capacidad de las flotas pesqueras. En muchas pesquerías, sin embargo, especialmente en las dedicadas a la pesca en peque?a escala, hay poco margen para que las comunidades costeras puedan adaptarse a la pérdida de medios de subsistencia derivados de la pesca. La dependencia de la pesca de estas comunidades no solamente existe en los Estados menos desarrollados. Las consecuencias económicas y sociales de la moratoria del bacalao en el Canadá oriental, por ejemplo, han sido enormes y han durado mucho más tiempo que la propia moratoria. En los Estados menos desarrollados, donde apenas se asignan recursos a apoyo social y las oportunidades de conseguir otro empleo son limitadas, las consecuencias de la pérdida de medios de subsistencia derivados de la pesca son aún más duras; la pesca en peque?a escala suele proporcionar empleo a múltiples generaciones y tanto hombres como mujeres desempe?an papeles importantes, por lo que se podría perder la propia base de las comunidades. Hasta hace poco, la pesca en peque?a escala no ocupaba un lugar destacado en las políticas o debates sobre la sostenibilidad de las pesquerías, pero esto está cambiando3. Quizá, si prestamos más atención a estos desafíos, podremos encontrar estrategias más sólidas que ayuden a las pesquerías en peque?a escala a adaptarse a una menor explotación pesquera.
Sin restar importancia a las consecuencias económicas y sociales, la reducción de la pesca implica que las pesquerías producirán menos alimentos. Dicho resultado hace que la estrategia de pescar menos sea inviable, incluso aunque se mitiguen otros resultados económicos y sociales, porque el pescado es crucial para la seguridad alimentaria mundial. En 2010 se hicieron estimaciones sobre la producción de pescado que sería necesaria en 2050 para sostener el ritmo del crecimiento demográfico y para mantener el número de personas que padecen hambre y malnutrición en los mínimos establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), teniendo en cuenta las variaciones regionales en cuanto a la proporción de pescado consumido en las dietas locales4. Se calculó que harían falta de 70 a 80 millones de toneladas métricas más, esto es, un aumento del 50% en la producción total actual de la pesca de captura y la acuicultura. En 2016, se revisaron estas estimaciones y se combinaron con las previsiones de producción de la agricultura a gran y peque?a escala, para estudiar el modo en que el cambio climático puede afectar a la seguridad alimentaria en el futuro. Se concluyó que, teniendo en cuenta los efectos del cambio climático sobre los cultivos y el ganado, la pesca y la acuicultura tendrían que producir entre 100 y 120 millones de toneladas métricas más de pescado, un aumento de dos terceras partes de la producción actual5. Esto solo será posible pescando más, no menos, y aumentando considerablemente los rendimientos de la acuicultura. Por tanto, el auténtico desafío para mantener la sostenibilidad de la pesca no es cómo abordar el 30% de las poblaciones de peces que siguen siendo sobreexplotadas a pesar de decenios de esfuerzos encaminados a mejorar la sostenibilidad, sino cómo aumentar considerablemente el suministro de peces para una población humana necesitada sin volver a la tendencia observada en los a?os setenta y ochenta, cuando el número de pesquerías no sostenibles aumentaba todos los a?os.
Se trata de un desafío muy difícil, pero tenemos mucho de lo que hace falta para lograrlo. Se han identificado y estudiado los factores extrínsecos que contribuyen a que la pesca no sea sostenible. Entre otros, los numerosos incentivos inadecuados de los mercados y los Gobiernos, la gran demanda de recursos limitados, especialmente de los de alto valor, la complejidad y el conocimiento insuficiente de los sistemas de producción marina, la pobreza y la falta de alternativas, que hacen que haya un número excesivo de participantes en pesquerías, la falta de una gobernanza eficaz para aplicar medidas apropiadas y los factores externos del cambio climático y la contaminación oceánica6.
Se conocen los factores de la insostenibilidad y las muchas actividades vinculadas a la pesca que podrían corregirlos, y también las políticas y medidas necesarias para promover y apoyar esas actividades. Estas se recogen en el Código de Conducta para la Pesca Responsable y sus diversos anexos, que está a disposición de quienes operan y gestionan las pesquerías7. Este código incluye estrategias bastante cautelosas frente a las complejidades e incertidumbres de la ordenación pesquera, que evitan o mitigan los numerosos efectos de la pesca en los ecosistemas, incluidas las capturas incidentales y el impacto en los hábitats de los fondos marinos.
Estos mensajes deben considerarse positivos. El código aborda de forma individual todas las actividades de la pesca, diagnostica las principales amenazas para la sostenibilidad y selecciona las medidas apropiadas para hacerles frente. Sin embargo, el panorama general no es alentador. Incluso aunque se identifiquen las políticas y medidas necesarias, estas pueden no ser fáciles de aplicar. Cuanto más necesitemos aumentar la productividad, más conocimientos tendremos que adquirir, tanto sobre el estado de los recursos como sobre las actividades de las pesquerías. Dichos conocimientos no tienen por qué consistir únicamente en actividades de vigilancia y evaluación científicas que requieran una gran cantidad de datos, aunque para la pesca en gran escala estas son las principales fuentes de conocimiento. Independientemente de la pesca practicada, el conocimiento local de los pescadores y la cultura de pesca autóctona pueden resultar de alto valor como base para adoptar las decisiones.
El conocimiento para identificar las medidas apropiadas es necesario para mantener la sostenibilidad de la pesca conforme aumentan las capturas, pero no es suficiente. Debe existir capacidad de gobernanza para tomar decisiones que los afectados consideren legítimas y para hacer cumplir las medidas una vez adoptadas. Puede tratarse de la capacidad de las instituciones competentes para imponer las decisiones y después hacerlas cumplir mediante funcionarios encargados de su vigilancia y cumplimiento, o de la capacidad de las comunidades locales para incorporar las prácticas adecuadas en la cultura y la vida cotidiana de los miembros de la comunidad. Ambas pueden resultar eficaces, pero ambas plantean problemas. Los enfoques descendentes requieren muchos recursos para las actividades de evaluación, gestión, control y vigilancia, y el no dotar a las instituciones de fondos suficientes compromete su eficacia. En las zonas situadas fuera de las jurisdicciones nacionales estos desafíos pueden ser mayores, aunque los órganos regionales de ordenación pesquera pueden resultar eficaces si reciben el apoyo adecuado. Los enfoques comunitarios requieren una cultura comunitaria uniforme. Esta puede verse afectada por inmigrantes que ni se integran en la comunidad ni consideran legítimas las medidas de gobierno, o por cambios tecnológicos que incrementan el impacto de las prácticas tradicionales sobre los recursos o los ecosistemas. Las formas de mejorar la eficacia de la gestión institucional y comunitaria reciben mucha atención en los debates sobre las políticas y la gobernanza en materia de océanos. Aunque lentos, se han realizado progresos en ámbitos como el de la diversidad biológica marina de las zonas situadas fuera de la jurisdicción nacional8.
Si queremos lograr una pesca sostenible, debemos entablar un diálogo serio sobre otra cuestión. Por muy eficaz que sea la gestión y la ordenación de la pesca, esta modifica los ecosistemas en los que se practica. La biomasa total de las especies plenamente explotadas se reduce, por lo general, en más del 50%. Cada vez está más claro que una explotación más equilibrada de las especies marinas puede reducir el grado de alteración de los ecosistemas donde se practica. Sin embargo, si la captura total tuviera que aumentar un 50% o más para cubrir las necesidades de seguridad alimentaria, los ecosistemas marinos se verían inexorablemente alterados. El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 14 (Conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible) desempe?ará un papel central en los debates sobre las políticas para mantener la salud de los océanos. El necesario diálogo deberá centrarse en definir lo que constituye un "océano sano". Si el criterio de facto para determinar la salud de los océanos es que las aguas sean "lo más cristalinas posible", incluso la pesca que se practica actualmente atenta contra el ODS 14, y el incremento de la pesca necesario para lograr el ODS 2 (Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible) se convertirá en una grave amenaza. Debe producirse un diálogo serio para determinar qué tipos de alteraciones en los ecosistemas marinos y costeros son sostenibles, ya sea para mantener opciones de adaptación a otras condiciones, si la sociedad así lo decide, o por otras razones. La complejidad de estos debates puede hacer que los esfuerzos pasados por lograr la sostenibilidad de la pesca parezcan sencillos en comparación.
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Notas
1????? Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, El estado mundial de la pesca y la acuicultura, 2016: contribución a la seguridad alimentaria y la nutrición para todos (Roma, 2016). Disponible en .
2????? Bethan C. O'Leary y otros, "Effective coverage targets for ocean protection”, Conservation Letters, vol. 9, núm. 6 (noviembre y diciembre de 2016), págs. 398 a 404.
3????? Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, Directrices voluntarias para lograr la sostenibilidad de la pesca en peque?a escala en el contexto de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza (Roma, 2015).
4????? Jake C. Rice y Serge M. Garcia, "Fisheries, food security, biodiversity and climate change", ICES Journal of Marine Science, vol. 68, núm. 6 (2011), págs. 1343 a 1353.
5????? Foro de Cooperación Económica de Asia y el Pacífico, Smart climate information and accountable actions: achieving sustainable food security in a changing world. Propuesta de proyecto del Foro (2016). Base de datos de proyectos del Foro de Cooperación Económica de Asia y el Pacífico. ?ltima modificación: 4 de agosto de 2016. Disponible en .
6????? Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, "International workshop on the implementation of international fisheries instruments and factors of unsustainability and overexploitation in fisheries”, Mauricio, 3 a 7 de febrero de 2003, Informe de la FAO sobre la pesca, núm. 700 (Roma, 2004). Disponible en ftp://ftp.fao.org/docrep/fao/007/y5242e/y5242e00.pdf.
7????? Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, Código de Conducta para la Pesca Responsable (Roma, 1995 (reeditado en 1996 y 2000)). Disponible en .
8????? Para obtener más información sobre el Comité Preparatorio establecido en virtud de la resolución 69/292 de la Asamblea General: Elaboración de un instrumento internacional jurídicamente vinculante en el marco de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar relativo a la conservación y el uso sostenible de la diversidad biológica marina de las zonas situadas fuera de la jurisdicción nacional, véase .
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