30 junio 2017

Nadie podrá olvidar las imágenes de mujeres congregadas en las calles y plazas del mundo árabe pidiendo el derrocamiento de regímenes represivos que llevaban decenios en el poder. Esas imágenes son una prueba importante de que la sociedad árabe estaba cambiando para mejor.

La gran participación de las mujeres en las revoluciones de la Primavera ?rabe fue una sorpresa para los regímenes autoritarios, que creían que adoptarían una postura más prudente y no participarían en manifestaciones que podían poner en peligro su vida. La participación de las mujeres en las protestas de 2011 desconcertó a los dictadores y a los servicios de inteligencia, puesto que demostró la magnitud del rechazo popular a este tipo de instituciones y contribuyó a la rápida caída de varios regímenes opresores. Además, puso de relieve el importante papel que podían desempe?ar las mujeres en la lucha contra la resistencia al cambio, la ausencia de una verdadera reforma política y el exceso de nepotismo, corrupción y cohecho en los regímenes autoritarios. Las élites políticas y culturales no habían previsto la participación de las mujeres en los levantamientos populares.

En la actualidad, hay quienes lamentan el deterioro de la situación de las mujeres como resultado de las contrarrevoluciones que han utilizado diferentes formas de represión, violencia armada y expropiación de los espacios públicos. Han culpado a la Primavera ?rabe, lo que resulta sorprendente.

Los levantamientos populares árabes no fueron ni un resultado de peticiones procedentes del extranjero ni de maquinaciones o incentivos de otros países, ni tampoco fueron un capricho de las partes locales. Un examen detallado del contexto general en materia de derechos humanos, así como de la situación política, económica y social existente en los países en los que se produjeron los levantamientos, demuestra que las revoluciones eran inevitables. Los jóvenes, cansados de la autocracia, la corrupción y el cohecho, no tenían otra opción.

En 2011, las mujeres sorprendieron al mundo entero cuando decidieron dejar de ser víctimas para convertirse en líderes que inspiraban a los demás. Ahora podemos afirmar con seguridad que fueron las mujeres y los jóvenes quienes hicieron que la Primavera ?rabe tuviera lugar, quienes realizaron sacrificios y pagaron un precio elevado por su participación durante y después de los levantamientos.

?Por qué actuaron las mujeres de esta manera tan inesperada? Puede que fuera porque, al igual que los jóvenes de estos países, eran las víctimas más afectadas por los regímenes corruptos que no habían respetado la dignidad humana y les habían negado la libertad, las libertades fundamentales y la igualdad de derechos. Eran, por lo tanto, las principales beneficiarias del cambio, y se aseguraron de que siguieran produciéndose cambios todos los días.

Las mujeres no solo estuvieron en la primera línea de las revoluciones, sino que también fueron las víctimas más afectadas por las contrarrevoluciones, que les hicieron sufrir la venganza de los opresores cuando estos se dieron cuenta de que habían logrado la victoria. Los revolucionarios, sin embargo, no se olvidan de su revolución; los sue?os de los individuos no desaparecen, sino que al final se hacen realidad.

A pesar de su participación al frente de las manifestaciones de la Primavera ?rabe, resulta frustrante que las mujeres hayan sido relegadas a un segundo plano en los acuerdos políticos y que su presencia en los niveles de gobierno más altos sea menos significativa de lo que debería. El reducido nivel de participación de las mujeres y los jóvenes en los Gobiernos de transición es resultado de unas revoluciones incompletas. Sin embargo, los acontecimientos sucedidos posteriormente demostraron que obraba en interés de estos grupos mantenerse fuera de los Gobiernos, ya que de este modo pudieron desempe?ar un papel de observadores y poner de relieve las deficiencias y los errores de las demás partes. Contribuyeron con opiniones discrepantes durante el período de transición y criticaron las deficiencias gubernamentales. Desde entonces, las mujeres han hecho todo lo posible por respaldar las transiciones democráticas y han participado de manera masiva en todas las elecciones. No obstante, el proceso político y el adelanto de la mujer, que llegaron a su punto álgido durante la Primavera ?rabe, han perdido fuerza desde entonces.

Uno de los motivos por los que nadie ha aprovechado las ideas y las capacidades de las mujeres y los jóvenes es la ausencia de entidades políticas que crean en la importancia de su papel en la toma de decisiones y en la construcción del Estado. Esta perspectiva seguirá existiendo hasta que los jóvenes y las mujeres creen nuevos partidos políticos que puedan absorber su energía y sus opiniones. A pesar de la falta de participación de las mujeres en las instituciones estatales, durante el período de transición en los países de la Primavera ?rabe han disfrutado de unas libertades políticas más amplias y han hecho uso de diversas formas de expresión, como su intervención en manifestaciones y en la oposición organizada.

Al recurrir a la violencia, las fuerzas contrarrevolucionarias negaron a los Gobiernos de transición y a los poderes revolucionarios toda posibilidad de lograr un cambio político y crear instituciones democráticas que permitan el progreso de sus Estados. Parece que, por el momento, Túnez ha sido el único que no ha sufrido el efecto de las contrarrevoluciones. Al contrario que en Egipto, el Yemen y Libia, donde todo el progreso realizado se perdió debido a los golpes y a las contrarrevoluciones, los derechos y libertades que adquirieron los tunecinos tras los levantamientos siguen siendo una realidad, y todos los ciudadanos disfrutan de ellos.

Se sabe que en los países de la Primavera ?rabe existía un amplio margen de derechos y libertades dentro del que florecieron diversos tipos de libertades, como la libertad de expresión, reunión y prensa y la libertad de asociación y manifestación. No debe subestimarse la importancia de estos derechos, puesto que permiten movilizar a las comunidades para lograr un desarrollo político y llevar a cabo nuevas reformas con el fin de conseguir sus objetivos.

La historia ha demostrado que no podemos hablar de los derechos de la mujer sin hablar de los derechos humanos. Las mujeres solo estarán reconocidas como iguales ante la ley en los países democráticos que garanticen los derechos y libertades de todos los ciudadanos. La batalla que deben librar las mujeres en la actualidad no debería tener una meta personal, sino que debería liberar a las sociedades del miedo, la pobreza y la tiranía. No es posible conseguir estos objetivos sin realizar cambios radicales que afectarán inevitablemente a los dictadores, las leyes, las constituciones, las instituciones y las políticas. El primer paso es derrocar a los déspotas. Después, deberán realizarse cambios fundamentales en las instituciones actuales. De este modo, podrán modificarse las políticas a través de elecciones libres y justas. Es así como deben entenderse la lucha de la Primavera ?rabe y la hoja de ruta para futuras batallas. Este es el fin por el que deben combatir las mujeres, y no deben ser víctimas de la decepción ni de luchas inútiles. La promoción y la protección de los derechos humanos, la libertad y la democracia son la vía adecuada para que las mujeres logren la igualdad de derechos. No debemos conformarnos con objetivos peque?os como los fijados antes de la Primavera ?rabe.

En la actualidad, con la excepción de Túnez, las mujeres de los países de la Primavera ?rabe están pagando por haberse alzado en favor del cambio. Los contrarrevolucionarios han decidido castigar a las mujeres por su papel en los levantamientos, pero estas medidas no han logrado acabar con ellas. En Saná, la capital del Yemen, que actualmente se encuentra controlada por la milicia ideológica huzí, las mujeres son las únicas que organizan manifestaciones de protesta y que participan en las sentadas, una prueba clara de que han decidido seguir luchando por su libertad. En la República ?rabe Siria, las mujeres se mantienen inquebrantables en su oposición a la tiranía y al extremismo, mientras que las mujeres de Egipto tienen el valor necesario para denunciar la ausencia de derechos y libertades fundamentales bajo el gobierno militar. Esta situación demuestra que, después de la Primavera ?rabe, las mujeres son diferentes a como lo eran antes.

El cambio es un elemento importante de la reanudación de las revoluciones. Ha sido difícil seguir mintiendo en nombre de las mujeres, tal y como se hacía en el pasado. Las mujeres, al igual que los hombres, deben darse cuenta de que todo ha cambiado.

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