21 mayo 2020

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Nota del editor: Cuando el Secretario General de las Naciones Unidas António Guterres visitó el Templo Dorado en Amritsar, India, en octubre de 2018, apuntó que se trataba de "un lugar de paz, tolerancia y armonía; es sagrado para el pueblo sij y está abierto al público de todas las religiones. Fue un gran honor para mí compartir el espíritu cálido y generoso de este lugar sagrado".

A tan solo unos 100?kilómetros de Amritsar se encuentra el distrito de Moga, donde, 18?meses después, surgió otro espíritu cálido y generoso de la oscuridad de la pandemia de COVID-19.

Lyubov Ginzburg escribe una crónica sobre la extraordinaria historia de Gurdev Kaur.

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29 de mayo de 2020

Cuando, a principios de abril de 2020, entró en vigor la orden por la que se imponía el uso de mascarillas en el estado indio de Punjab, India, el país, de 1.300?millones de habitantes, llevaba tres semanas de confinamiento nacional impuesto para evitar una mayor propagación del nuevo coronavirus, actualmente más conocido como COVID-19. La pandemia está agrietando la estructura de nuestras sociedades de todo el mundo, con la consiguiente exacerbación de los desafíos persistentes. Está afectando de manera desproporcionada a los más vulnerables, como a aquellas personas que no pueden protegerse a sí mismas y a sus familias siguiendo las normas básicas de seguridad, como lavarse las manos, quedarse en casa o utilizar mascarillas protectoras. No obstante, junto con la tristeza más absoluta y la pérdida interminable, la crisis también ha puesto de manifiesto un deseo inexorable de dar y sacrificar. Se ha demostrado que compartir resulta fundamental para superar la emergencia, al igual que muchas de las medidas básicas adoptadas para resistir al poder destructivo del virus. En un momento en el que, según las palabras del Secretario General de las Naciones Unidas António Guterres, "necesitamos hasta el último ápice de solidaridad", la historia de Gurdev Kaur Dhaliwal, mujer de 98?a?os originaria de Moga, que cose mascarillas para los pobres, es la mejor manifestación de unidad de propósito. En un reciente de la BBC de Punjab, la casi centenaria manifestó su gratitud por "la voluntad y la fuerza" con las que había sido bendecida a lo largo de su vida, gracias a las cuales podía servir de todo corazón a la comunidad incondicionalmente.

Gurdev Kaur, cuyo apellido hace referencia a la unidad de una gran hermandad, nació en la India británica en 1922, en el pueblo de Jai Singh Wala, en Punjab, un destino histórico muy conocido y hogar de un santuario sagrado. Después de casarse con Gurdial Singh Dhaliwa, un empresario de éxito de Singapur, se mudó a 18?kilómetros de su lugar de nacimiento, al centro del distrito de Moga. Sin poder obtener el consentimiento de su padre para acceder a una educación formal, Gurdev, al igual que la mayoría de las mujeres de su generación, se dedicó diligentemente a una amplia variedad de tareas domésticas y al cuidado de sus cuatro hijos y dos hijas. Limitada por los roles de género tradicionales, buscó apoyo espiritual en los textos sagrados que, a día de hoy, sigue estudiando. Gurdev satisfizo su creatividad dise?ando y fabricando prendas y mediante otros oficios artesanales de costura con una antigua máquina de coser Singer manual, que ha sido su compa?era inseparable desde que sus suegros la trajeron a India desde la península malaya hace aproximadamente 80?a?os.

Gurdev Kaur y su difunto marido, Gurdial Singh Dhaliwal. Moga, Punjab, India. Sin fecha. Cortesía de la familia Kaur Dhaliwal.

La afirmación de su existencia diaria como una oportunidad para el dān (caridad) y el sevā (servicio altruista), que se predican en las escrituras, y su fiel Singer que siempre tiene a mano predeterminaron la decisión de Gurdev de aprovechar el momento y contribuir a la lucha contra el ataque violento de la COVID-19. Según la Organización Mundial de la Salud y el Ministerio de Salud y Bienestar Familiar de la India, el uso de mascarillas es una de las formas más simples de reducir el riesgo de contagio y propagación del virus. Cuando esta lacra azotó Moga a finales del invierno de 2020, había un acusado desabastecimiento de mascarillas en la ciudad y, para empeorar la situación, las que había eran caras. En cuanto Gurdev vio que muchos vendedores locales de verduras no podían permitirse este medio de protección básico, no dudó en dedicar ocho horas diarias a coser mascarillas de algodón para la gente necesitada. "Quiero que todo el mundo esté protegido durante la pandemia y pueda cuidarse en estos momentos tan difíciles", explicó. "Estoy haciendo todo lo posible para hacer todas las obras de caridad que pueda, y continuaré fabricando mascarillas para todos aquellos que van sin ellas".

Muy pronto, su ya repleta agenda se apretó todavía más. Todos los días, al despertarse al amanecer, Gurdev reza y, caminando con la ayuda de un andador, llega hasta su máquina de coser a las 8?de la ma?ana, donde se entrega a su encomiable labor hasta las 4?de la tarde. Absorta en su trabajo, hace gala de una fuerza admirable, pues aguanta estoicamente durante horas, cosiendo unas 100?mascarillas diarias. La perseverancia de la nonagenaria se refleja en cada vuelta de la ruedecilla de su Singer, mientras hace funcionar la antigua máquina bien engrasada con su inagotable energía. "Llevo 25?a?os casi completamente ciega de un ojo", dijo Gurdev, "pero, gracias a Dios, puedo ver muy bien con el otro. Soy compasiva con la ayuda al prójimo y nunca me canso si es por una buena causa. Mis manos nunca se agotan. Quiero ayudar". Animada por el sonoro repiqueteo de su vieja compa?era, Gurdev se suele enfrascar tanto en la costura que necesita que se le recuerde que tiene que hacer un descanso para tomar una taza de té o, cuando es la hora, para comer con su familia.

Al preguntar a la se?ora Ramandeep Kaur por su abuela, dijo que la dedicación de Gurdev inspira a toda la comunidad. "Mi abuela es una mujer excepcionalmente poderosa y, al mismo tiempo, muy cari?osa y compasiva. Cuando no se dedica a su labor caritativa, le gusta leer o ver las noticias en la televisión, y está muy comprometida y preocupada por el bienestar del mundo, de la humanidad y del futuro del planeta", afirmó afectuosamente Ramandeep. Mediante actos simples de generosidad y benevolencia, la matriarca de la familia anima a las generaciones más jóvenes a dejar de lado sus perspectivas egoístas, el remordimiento, la autocompasión y los miedos, y recurrir, en su lugar, a la confianza, la determinación y la buena voluntad. Aunque, en un primer momento, los familiares de Gurdev se limitaron a ofrecerle apoyo moral, cada día que pasaba se unían más a su misión de coser mascarillas. Ramandeep afirmó que llegar a los demás ha sido una experiencia completamente liberadora para todos ellos. Ha cultivado la estabilidad y les ha ayudado a mantener la paz interior, mitigando el trauma del aislamiento. "Tender una mano es fundamental para nuestra supervivencia", afirmó. "Ayuda a preservar nuestros valores humanos, a permanecer con ánimo y fuertes ante la angustia y la frustración".

Recibo original de la máquina de coser de la empresa Singer, Inc., Kuala Lumpur, 1937. Cortesía de la familia Kaur Dhaliwal.

A medida que las codiciadas mascarillas salían de la cadena de producción formada por una única mujer y se distribuían, la demanda aumentaba. Mucha gente buscaba las mascarillas gratuitas y empezaron a llegar peticiones de hospitales cercanos. La administración local, dirigida por el Magistrado del Distrito Sandeep Hans, la felicitó. Tanto vecinos como personas completamente desconocidas llegaban con retales y otros trozos de materiales para que fueran reutilizados para la fabricación de equipos de protección individual. A finales de mayo, muchos países y regiones fueron levantando paulatinamente las restricciones, pero se mantuvo la obligación de utilizar mascarillas y las personas más vulnerables de Moga todavía dependían del compromiso y las habilidades de Gurdev.?

Cuando amanece y Gurdev se prepara para comenzar un nuevo día, en el otro lado del mundo, en una ciudad de Nueva York desolada y todavía cerrada, cae una tarde de primavera atravesada por innumerables rayos de luz que delinean las siluetas de sus lugares emblemáticos. En el corazón de una metrópolis devastada sin piedad por la pandemia, una calle histórica, no muy lejos de la Sede de las Naciones Unidas, aporta otro enfoque a esta historia del buen samaritano, realzando su universalidad y reivindicando un destino humano compartido. Allí, en Mott Street, hace 170?a?os se fabricaron las primeras máquinas de coser Singer, que se convertiría rápidamente en la marca más reconocible del mundo, personificando tanto la vida doméstica floreciente de la era industrial como la feminidad empoderada por la tecnología. Desde su fundación, la empresa Singer ha contribuido al fortalecimiento de la cohesión social, identificada por el Secretario General como una condición previa a la unidad y el éxito de la lucha contra el virus de la ignorancia y del odio racial y religioso. Durante esta pandemia, Singer está donando cientos de modernas máquinas de coser industriales eléctricas a los hospitales estadounidenses más afectados, donde se utilizan para fabricar equipos de protección individual, como Gurdev hace en la India.

La demanda de mascarillas y otros equipos básicos ha sido constante, al igual que las historias de los altruistas, determinados y decididos "guerreros del coronavirus". Como Gurdev Kaur Dhalival, estos hombres y mujeres excepcionales han decidido formar parte de la respuesta global al estallido de un virus devastador que solo puede ser derrotado con solidaridad.

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El autor agradece profundamente a Sunita Chabra y a Vinnie Chabra por su generosa ayuda en la traducción del panyabí al inglés del 惫í诲别辞 de la BBC de Punjab.

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